Educar para transformar
Perú ha comprobado que la falta de competencias digitales y conectividad son muy negativas para el aprendizaje y bienestar de las y los escolares, que es necesario reducir esta brecha digital.

Ana de Mendoza
Representante de UNICEF
“Un mundo más justo”, “un país mejor” son deseos que escuchamos cuando le preguntamos a niñas, niños y adolescentes con qué sueñan. Estos anhelos pueden convertirse en realidad, pero requieren del esfuerzo conjunto del Estado, familias, comunidades y sector privado para asegurarle a las generaciones más jóvenes cada uno de sus derechos, entre ellos la educación.
Como bien lo ha expresado el presidente Pedro Castillo en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación de la Asamblea General de las Naciones Unidas, se requiere de un nuevo pacto social para cerrar las históricas brechas educativas que el Perú empezaba a superar cuando la pandemia por Covid-19 paralizó el mundo, dejó a más de ocho millones de niñas, niños y adolescentes fuera de las aulas, y confrontó al país con una realidad: si no se otorga a cada docente y sus estudiantes las herramientas para dar el salto al mundo digital, el propósito de no dejar a nadie atrás no se hará realidad.
Lamentablemente, se requiere mucho más que capacitación a docentes y provisión de computadoras (esfuerzo que tanto Estado como sector privado y cooperación internacional están realizando y deben seguir haciendo). Se necesita de condiciones que, en pleno siglo XXI y en un país que aspira a ser parte de la OCDE, ya deberían estar dadas, pero no es así. Al inicio de este año, el Ministerio de Educación (Minedu) estimaba que el 70% de locales educativos requería intervención en infraestructura; el 39% necesitaba de sustitución total, y en zonas rurales solo el 37% tenía el desagüe apropiado y el 25% no tenía electricidad.
Asegurar infraestructura básica implica más de 111,000 millones de soles. Realizar esta inversión es vital, así como prevenir que ningún niño, niña o adolescente en edad escolar deje de asistir a la escuela y acceda a una educación de calidad que le permita recuperar aprendizajes y prepararse para los desafíos de la vida laboral al llegar a la adultez. Varias tareas imprescindibles que deben atenderse en paralelo y con celeridad.
Si se quiere salvar a la generación más joven,
ya no hay tiempo que perder.
El Perú tiene condiciones que debería capitalizar para enfrentar el desafío educativo: el deseo de niñas, niños y adolescentes de participar en su desarrollo, el enorme consenso social sobre priorizar la educación expresado en la movilización de colectivos ciudadanos que abogaron por el retorno a clases presenciales, la preocupación del sector privado por las capacidades con las que chicos y chicas egresarán de las aulas. Haría bien el Estado en aprovechar ese interés y compromiso garantizando que la inversión del sector privado se encamine a cerrar brechas y sea transparente, eficiente y ágil.
Estamos a ocho años del plazo fijado por los estados miembros de las Naciones Unidas para cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. La pandemia hizo retroceder al Perú, como a la mayoría de los países, en el camino avanzado y habría perdido por lo menos un quinto de todo su capital educativo retrocediendo más de 10 años. Pero también obligó a mirarse al espejo, repensar y reajustar. En ese ejercicio, el Perú ha comprobado que la falta de competencias digitales y conectividad son muy negativas para el aprendizaje y bienestar de las y los escolares, que es necesario reducir esta brecha digital. No hacerlo acrecienta el riesgo de que niñas, niños y adolescentes no puedan acceder ni permanecer en el sistema educativo, profundiza las desigualdades en el aprendizaje y perpetúa historias familiares pobreza.
Con el retorno casi universal a las aulas, ha llegado la certeza que para la educación de calidad propia del siglo XXI no es suficiente el pizarrón en el que el maestro escribe y del cual los estudiantes silenciosamente copian. Hoy, la presencia de docentes y escolares en las aulas requiere del soporte digital para acelerar la recuperación de aprendizajes, afianzar la interacción y mitigar el impacto de la pandemia sobre la educación peruana.
Al 2020, solo el 43% de las instituciones educativas del país tenían conectividad a Internet y en zonas rurales, apenas el 11%. Asumamos el compromiso de que el 100% de escuelas, docentes y estudiantes tengan la oportunidad de desarrollar sus competencias digitales, pero no perdamos de vista que el fin supremo del esfuerzo por transformar la educación es que cada niña, niño y adolescente se convierta en un ciudadano que realiza su proyecto de vida y contribuye al desarrollo de su familia, su comunidad y su país. Que contribuya a tornar en realidad el anhelo de un mundo más justo y un país mejor.
➡ Artículo publicado en el diario El Peruano el 25 de setiembre de 2022