Cinco formas en que la pandemia impactó a los adolescentes
La pandemia impactó la vida de todos. Pero la experiencia fue distinta según la etapa de la vida en la que encontraba a cada persona. ¿Cómo la vivieron los adolescentes con sus particularidades?

Durante la pandemia los adolescentes vivieron una constante contención, limitados por normas y reglas que los cargaron de frustración por lo que sintieron que se perdieron y que no volverán a vivir. Perdieron la posibilidad de vivir momentos únicos, situaciones propias de esta etapa, como cumpleaños de 15, campamentos, rituales del primer día de clases, festejos de graduación. Y si bien los adultos también nos vimos imposibilitados de realizar distintas actividades, esto impacta de manera muy diferente en la realidad adolescente. Los adolescentes tienen una noción del tiempo muy distinta a la que podemos tener los adultos. Ellos perciben el tiempo como algo no constante. Por momentos pueden sentir que todo avanza muy rápido y por momentos les resultará eterno.
A la vez, las medidas necesarias para enfrentar el avance de la pandemia han tenido efectos directos en aspectos claves de la experiencia adolescente. Para los adolescentes la pandemia impuso en sus vidas la privación de pasar tiempo con amigos; la ausencia del intercambio espontáneo entre pares y adultos no familiares en actividades educativas, culturales o deportivas; el confinamiento y el compartir más tiempo con su núcleo familiar; la pérdida de familiares significativos o la amenaza implícita de que sus acciones podían tener esa consecuencia; la transformación de la experiencia social en una experiencia virtual; y la dificultad de continuar con sus trayectorias educativas de forma presencial.
Todos estos factores pueden haber aumentado el riesgo de sufrir un mayor aislamiento, ansiedad y estrés, lo que pone en peligro su salud mental, al mismo tiempo que experimentan cambios en las rutinas que normalmente fomentan la resiliencia ante eventos desafiantes.
Cinco áreas de impacto de la pandemia sobre los adolescentes
Estados de ánimo

Sin previo aviso los adolescentes vieron restringida su libertad para salir, para poder expresar su identidad y vivir su adolescencia de forma saludable. Esta situación hizo que, a los cambios de humor, inseguridades, vulnerabilidad, y fragilidad propios de ser adolescentes, se les sumaran sentimientos de confusión y desorientación. Es por ello que la ansiedad, los miedos, los síntomas vinculados al ánimo han constituido problemáticas frecuentes para muchos adolescentes durante la pandemia.
Orientación:
Es necesario que los adultos hagamos el esfuerzo por comprender mejor a los adolescentes, y no juzgarlos y etiquetarlos por sus actitudes. Es clave habilitar espacios de diálogo con ellos para poder entender lo que están sintiendo y viviendo. Pongamos la energía en acompañarlos, escucharlos, empatizar sinceramente con ellos, y así poder construir hábitos y conductas saludables en contexto de pandemia.
Riesgos

Si la pandemia fue y es terrible para todos, para un cerebro con las características del cerebro adolescente, fue y es muy complejo. Les exigió poner a prueba funciones que naturalmente no las tienen operando al 100 % por estar “en remodelación”, como por ejemplo su capacidad de controlar impulsos. Esa inmadurez emocional se vio reflejada en que les costó adecuarse a ciertas reglas como la restricción de ver a sus amigos, a pesar de que teóricamente las entiendan sin ningún problema. Los adolescentes saben perfectamente que deben quedarse en casa o reducir al mínimo sus contactos sociales. Racionalmente suena sencillo, pero a la hora de actuar no lo es. En este sentido, racionalmente los adolescentes saben que no deben salir o ir a una fiesta porque están poniendo en riesgo su salud y la de sus seres queridos. Pero la recompensa de no enfermar, ni contagiar hasta que termine la pandemia, es algo a muy largo plazo.
Orientación:
Si entendemos esto, podremos entender algunos de sus comportamientos y buscar la forma ayudarlos a regularse. Los adultos somos quienes tenemos que asumir ese papel fundamental, convirtiéndonos en su cerebro “prefrontal” externo, para marcarles los límites, orientarlos, ayudándolos a interpretar los riesgos y asimilarlos. Los adolescentes son seres en construcción, no son adultos. Los adultos seremos quienes debemos ser modelos de gestión emocional, guiarlos con respeto, paciencia y presencia, confiando en ellos en lugar de juzgarlos. La clave será poder generar recompensas inmediatas que colaboren para no cometer conductas irresponsables o que los expongan a riesgos, y pensar en otras alternativas para su necesidad de estar con otros.
Amigos

Los adolescentes viven el aislamiento y el distanciamiento, así como las actividades sociales postergadas, de manera muy distinta que los adultos, ya que es una etapa en la que necesitan estar con sus pares y socializar. Más que en cualquier otra etapa de la vida, en la adolescencia es cuando más valor le damos a la socialización, en parte porque el cerebro en esta etapa es muy sensible a la oxitocina, un neurotransmisor que hace más gratificantes las relaciones sociales. Además, el valor que le dan a lo social también está relacionado con que con sus amigos se sienten comprendidos, empatizan fácilmente porque están viviendo lo mismo. Es el opuesto a lo mal que se sienten cuando piensan que los adultos que los rodean no los comprenden, o que no encajan en ningún lado. Los amigos son diversión, pero también son apoyo, son proximidad, y la pandemia los privó de esa experiencia diaria. Por todo esto hay consenso en que una de las consecuencias más negativas de la suspensión de la presencialidad en los centros educativos fue el no poder estar con otros, compartir con sus pares espacios que humanicen.
Orientación:
En este contexto de pandemia, recordemos que para el adolescente lo más importante sigue siendo estar con sus pares. Tratemos de empatizar con eso y no minimicemos su necesidad de encontrarse con sus amigos.
Si vamos a poner un límite que les exige una conducta que sabemos que les va a costar cumplir, es necesario revisar antes si lo que pedimos es coherente con lo que nosotros como adultos estamos haciendo. No podemos exigirles conductas que nosotros no podemos respetar y cumplir porque la falta de coherencia en el límite puede resultar muy contraproducente para lograr el resultado que esperamos.
Intimidad

Mientras el adolescente va ganando en autonomía comenzará a independizarse y a necesitar espacios de intimidad que comúnmente se dan fuera de la casa familiar. En contexto de pandemia este espacio de intimidad y privacidad se vio claramente afectado.
En un tiempo normal el adolescente encuentra a sus pares lejos de su casa: en el liceo, en la plaza, en un parque, en un baile, en el club. Justamente por eso busca salir de su casa. Pero el confinamiento obligó a que los adolescentes permanecieran de forma indefinida en donde menos quieren estar, en su casa y con sus adultos referentes. Y, por si fuera poco, en muchos casos en un contexto de mucho estrés por la irrupción del teletrabajo en el hogar, padres que perdieron sus trabajos, dificultades económicas, suspensión de clases presenciales, interrupción de acceso a servicios sociales, recomendación de permanecer en el hogar, que limitaron los espacios físicos disponibles para cada integrante del hogar. El exceso de familia fue uno de los sufrimientos más grandes que atravesaron los adolescentes durante la pandemia.
Orientación:
Los adolescentes necesitan encontrar esos ratos de soledad. Es necesario que los adultos estén ahí, pero respetando sus espacios de intimidad para que puedan estar solos en presencia de nosotros. Lo más importante para acompañarlos en estos tiempos de más permanencia en el hogar mientras retoman todas sus actividades habituales es tener presente que necesitan, un poco más que nosotros, estar solos, con sus propios pensamientos.
Tecnología

La pandemia trajo la ausencia de contacto cara a cara y obligó a los adolescentes a vivir sus relaciones sociales a través de las pantallas. El aporte e incorporación de las tecnologías sin duda fue un valor importantísimo para estar conectados con otros y mantener espacios de clase virtuales, encuentros con amigos mediante videollamadas, pero esto también tiene su contracara. La falta de lenguaje no verbal, propio de los encuentros cara a cara, exige mayor atención para poder entender los mensajes de nuestros interlocutores, lo cual ha sido cansador. Un cerebro estresado, más la necesidad de contacto social para sobrevivir, hicieron que los adolescentes sufran especialmente esta pandemia. Esto generó que dediquen más horas a estar conectados en la computadora o videojuegos para estar interactuando con sus amigos. No siempre era para “jugar”, sino justamente para seguir construyendo espacios de socialización, para darle descanso a su cerebro agotado.
Orientación:
Todas estas nuevas formas de estar conectados virtualmente no sustituyen el encuentro cara a cara. Solo nos humanizamos cuando estamos en contacto con un otro, cuando disfrutamos un encuentro real. Las plataformas que tenemos a nuestro alcance no sustituyen el encuentro real. Por eso es importante guiar a los adolescentes para que a medida que la situación vaya cambiando puedan retomar esos encuentros de forma segura.