La importancia de la amistad en la adolescencia
Entrar en la adolescencia implica una ruptura natural y esperable en el vínculo entre padres e hijos. Los adolescentes encuentran en sus pares con quienes compartir experiencias y entenderse.

“Antes todo me lo consultaba, ahora no sé nada de su vida”
“Hacíamos actividades juntos, pasábamos el tiempo y nos divertíamos jugando, ahora me pide que lo deje en la esquina”
“Ya sé que no debería elegir a sus amigos, pero hay algunos que no me gustan nada”
Para muchos resulta muy difícil poder soltar, dejarle ese espacio a su hijo con cierta libertad y acompañarlo sin ahogar. Primero que nada, porque ningún padre quiere ver sufrir a su hijo. Y parte de moverse con libertad es comenzar a tomar decisiones por sí solos, equivocarse, darse contra la pared, y a veces los adultos creemos que lo mejor es ayudarlos a que no se den estos golpes, a que no se frustren, y los sobreprotegemos.
En esta etapa es esperable que la imagen de padre o madre ideal se vaya deteriorando progresivamente, para dar paso a la imagen real. Durante la adolescencia el hijo deja de vincularse con sus padres desde el rol hijo-niño que pide o demanda, para dar paso al nacimiento de un nuevo tipo de relación, del rol hijo-adulto, que comprende y conoce a un padre o madre humano —no idealizado—, con errores e imperfecciones. Este paso se dará si logran distanciarse en esta etapa adolescente. El padre o la madre ídolos dejan de existir. Ahora los ídolos pasan a estar en el círculo de pares.
Preguntas frecuentes
¿Por qué prefieren estar con gente de su misma edad más que en cualquier otra etapa de la vida?
Porque junto a sus pares van a compartir las mismas experiencias, se entienden, son de los pocos con los que pueden empatizar y sentirse escuchados. Comparten esa misma mirada del mundo adulto, y el sentirse señalados e incomprendidos.
Otra de las razones por las cuales suelen relacionarse más con sus pares, y que genera muchísima incomodidad en los adultos, es que los pares representan su futuro, mientras que los adultos remiten al pasado. Los pares se vuelven la “novedad” y los adultos pasan a ser “lo viejo” conocido. Lo novedoso en esta etapa atrae muchísimo y despierta un valor muy atractivo y deseado para el adolescente, que la familia no puede ofrecer.
Estos adolescentes han crecido en entornos manejados y dirigidos por adultos, es fundamental entonces brindarles espacio de participación adolescente, escucharlos y hacer el esfuerzo de no hablar por ellos. ¿Realmente los escuchamos? ¿Cuántas veces les preguntamos sobre lo que quieren, piensan o sienten? Y lo más importante, ¿cuántas de esas veces que les damos participación realmente terminamos aceptando sus ideas o sugerencias?

¿Por qué les importa tanto sentirse parte y ser aceptados por otros adolescentes?
Otro elemento clave para entender el interés en sus pares nos lo da el funcionamiento de su cerebro. Cada vez que tienen “éxito” (así es como ellos lo perciben) en algún tipo de relación social, su cerebro segrega oxitocina. Esta hormona produce sensación de bienestar, confianza y reducción de inseguridades. ¡Todo lo que un adolescente en construcción necesita! Cada invitación que recibe de parte de un amigo, un mensaje de WhatsApp, un “me gusta” en una foto que comparte, ser elegido cuando arman el equipo de fútbol en el recreo, activa este funcionamiento en su cerebro.
Esta búsqueda de aprobación y de identificación en sus pares tiene la otra cara: la de una alta sensibilidad al rechazo. Nadie quiere ser excluido, pero en la adolescencia esa necesidad de pertenecer se potencia. Cuando los adolescentes sienten el rechazo de sus pares, se encienden zonas de su cerebro asociadas a la amenaza de salud física o falta de alimentos. A nivel cerebral perciben el rechazo social como una amenaza real a su propia existencia. Los adultos debemos entender esto para ponernos en la piel de los adolescentes cuando se sienten tristes porque no los invitaron a una fiesta de 15, angustiados porque no están en el grupo de WhatsApp o irritables porque su novia los dejó. Lo viven y reaccionan como si su vida dependiera de eso.
El distanciamiento de la contención de sus padres no solo es esperable, sino que pasa a ser algo vital y necesario para un crecimiento saludable del adolescente, que necesita ganar en independencia, proyectarse, ensayar versiones de sí mismo que puedan confrontar sanamente con la de sus padres y diferenciarse de sus adultos.

Orientaciones
Sin caer en recetas mágicas, es fundamental conocer la dinámica de cada hijo e hija. Muchas veces con un adolescente preguntar menos puede resultar más efectivo. Es habitual que en esta etapa le hagan sentir al adulto que no es tan importante ni necesario, pero al mismo tiempo, es bueno que sepan que si necesitan pueden recurrir al adulto.
Como madres, padres y adultos de la familia es importante estar y mostrarnos disponibles para ese momento, escuchar, contener, inspirar confianza y seguir siendo referentes en la crianza y el desarrollo de los hijos.
Sepamos que es esperable que los adolescentes se rebelen, que quieran separarse de nuestro camino, que en el discurso repitan que “papá/mamá ya no sos lo más importante de mi vida, ya no te necesito”. Esto duele, por supuesto, pero es una etapa pasajera y necesaria para que puedan tomar distancia y construir su propio camino. Si esto no pasa, puede ser muchísimo más negativo para el futuro desarrollo del adolescente. Los hijos que no pueden confrontar sanamente a sus padres, los hijos que no pueden contradecirlos, no podrán separarse emocionalmente de ellos. Y sin esta separación seguirán siendo hijos-niños. Esta relación no podrá madurar ni evolucionar.
El padre que se cree amigo y cómplice de su hijo adolescente no hace más que reforzar esta peligrosa figura e instalar una dinámica en donde ese hijo nunca podrá ni deseará contradecir a esa figura, ya que será su amigo, no su padre.
No olvidemos que para que nuestros adolescentes crezcan saludablemente debemos habilitar y no perder nunca los canales de comunicación, mostrarnos disponibles para cuando nos necesiten y aprender a perder paulatinamente el miedo a no poder controlar sus vidas. Difícil, ¿verdad? Sí. Pero es lo que ellos necesitan en esta etapa de sus vidas.