Cortá el contagio, la estrategia de comunicación multiétnica que impulsó la vacunación
El Ministerio de Salud de Nicaragua, con el apoyo de UNICEF, implementó una estrategia de comunicación que involucró a referentes comunitarios y brigadistas voluntarios para impulsar la confianza en las vacunas.

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A mediados del año 2020, Rosa Quintero Bork (25) se enteraba de la noticia más dolorosa e inesperada de su vida: su hermano Danilo (43) había muerto de COVID-19. En tan solo 10 días, el virus que tenía al mundo en jaque se había llevado a su hermano mayor.
Unos meses más tarde, el mundo entero recibía con esperanza el desarrollo de vacunas contra la COVID-19, y Rosa decidió transformar su dolor en motivación y acción. “Cuando en 2021 supimos que las primeras vacunas venían a Nicaragua, me alegré mucho”, relata la joven, mamá de Gerald (2 años) y de Erwin (3 meses). “Estaba dispuesta a hacer todo para proteger a mi familia”, afirma. Su determinación le motivó a convertirse en una de las voceras de la campaña Cortá el Contagio, implementada por el Ministerio de Salud (MINSA) con el apoyo de UNICEF, para proteger la salud de las familias, las niñas, niños y adolescentes.

La pandemia de la desinformación
Con la llegada de las primeras dosis a través del Mecanismo COVAX, para el acceso equitativo a las vacunas contra la Covid-19, del cual forma parte UNICEF, el personal de salud debía también abordar la barrera de la desinformación.
De acuerdo con Meladi Vásquez, epidemióloga del MINSA en esa región, la infodemia o sobreexposición a información imprecisa o desinformación durante la pandemia, ha representado un desafío. “Muchas personas creían en rumores sobre las vacunas que escuchaban entre sus vecinos, las redes sociales, o incluso sus líderes religiosos”, relata la especialista.

La familia de Rosa no dudó en poner el brazo para recibir la vacuna y, así, inmunizarse contra la COVID-19. Pero su voluntad no era la de todas las familias que forman parte de esta comunidad de la etnia miskita.

“Nuestros colegas traían las vacunas -desde Managua- hasta Bilwi y otras ciudades de la región, pero poca gente asistía, y los médicos y enfermeras regresaban a la capital con buena parte de las vacunas”, recuerda Meladi. Fue entonces que los Sistemas Locales de Atención Integral en Salud (SILAIS), optaron por buscar nuevas estrategias de llegada. “Decidimos dirigirnos a los líderes religiosos y comunitarios para que fuesen nuestros aliados. Si ellos decían a la población que no se vacunaran, la gente obedecía, pero si lográbamos convencerlos de lo contrario, entonces tendríamos éxito”, comparte Vásquez.
Pertinencia cultural
El desafío era entonces llegar con información precisa y confiable a las poblaciones miskitas. Desde el MINSA se pusieron en marcha acciones de comunicación para promover la confianza en las vacunas y la prevención de la COVID-19. En el marco de la campaña Cortá el contagio, se elaboraron mensajes y materiales en tres idiomas (español, miskitu y kriol), que contemplaron la cultura y dimensión multiétnica del país.

La campaña es parte de una estrategia de comunicación de riesgo que toma en cuenta el modelo de salud de Nicaragua, en el que la comunidad participa de manera activa. Brigadistas voluntarias, enfermeras y médicos desempeñaron un rol protagónico en la divulgación de los mensajes. En Bilwi, el SILAIS capacitó a las voluntarias y voluntarios como Rosa, y les dotó de kits con manuales y materiales de apoyo con información clave para la prevención, cuidado de los enfermos e importancia de la vacunación.
Rosa recorrió los senderos que unen las casas de tambo típicas del Caribe de Nicaragua, llevando la información a sus vecinos miskitos en su propia lengua. “Nos hizo sentir que se nos tomaba en cuenta, y que podíamos confiar en lo que veíamos, escuchábamos o leíamos, porque no es lo mismo escucharlo en español que en nuestro propio idioma”, confiesa. Los mensajes estuvieron disponibles también en la radio, la televisión y las redes sociales.

La campaña Cokau wan alkaia apia bamna en miskitu, tuvo un impacto positivo en las jornadas de vacunación del MINSA a nivel nacional. Entre noviembre de 2021 y junio de 2022, el porcentaje de vacunados contra la COVID-19 en todo el país pasó del 8% al 79%.
Hablar el idioma de la gente
En el Centro Nacional de Biológicos (CENABI), en Managua, el doctor Cristhian Toledo, Director nacional de vigilancia para la salud, comenta que “la adecuación cultural de la campaña fue indispensable para convocar efectivamente a la ciudadanía de todas las culturas de Nicaragua”.
El Dr. Toledo subraya que otra de las principales fortalezas de la estrategia conjunta MINSA-UNICEF, fue el trabajo coordinado entre el personal de salud y las personas brigadistas voluntarias. Mientras en las ciudades los mensajes recorrieron las calles a través de autobuses, en las zonas rurales estos alcanzaban a las familias mediante radios locales y con acciones de comunicación interpersonal del personal de salud y las brigadas comunitarias.

“La adecuación cultural de los mensajes, el apoyo en equipamiento, capacitaciones y vacunas por parte de UNICEF, ha sido clave; pero la participación decidida de la comunidad voluntaria y de todo nuestro personal de salud, enfermeras que recorren a pie sus comunidades vacunando a las familias, médicos que estuvieron en la primera línea de respuesta la pandemia, y el compromiso del pueblo voluntario a través de las brigadas de salud, ha sido vital para el éxito en el proceso de vacunación”, afirma el Dr. Toledo mientras recorre los frigoríficos del Centro Nacional de Biológicos (CENABI), donde se resguardan las vacunas contra la COVID 19 antes de ser distribuidas al resto del país.

En Bilwi y Matagalpa, las visitas casa a casa se enfocan en familias que aún no terminan su primer esquema de 2021, pero aquellas que sí, pasan el 90 por ciento y van llegando por su cuenta a los puestos establecidos para las vacunas del año en curso. “Hemos ganado esta batalla”, asegura Rosario en Matagalpa. Una amplia sonrisa ilumina su rostro. “Fue un trabajo arduo, muy cansado, pero ha valido la pena porque todos nos sentimos más seguros estando vacunados nosotros y nuestra comunidad”, concluye la brigadista.

En Bilwi, Rosa acude a una iglesia pentecostal de su barrio. No es la iglesia de la cual forma parte, pero asiste para saludar al pastor y sus vecinos, los mismos que alguna vez abrieron su puerta para escucharla hablar de las vacunas y ahora aplauden a su llegada por haberles convencido a parar el contagio.