David contra Goliat:

La lucha de Dominica contra el cambio climático

Por Alfonso F. Reca
© UNICEF/UN0218548
UNICEF/UN0218548
12 Septiembre 2018

(Roseau, Dominica) - En septiembre del año pasado, el 90 por ciento de los edificios de Dominica estaban destrozados. La república caribeña no tenía luz, ni agua, ni mucho menos internet. El tradicional y frondoso verde de sus bosques se había tornado gris. El huracán María, uno de los más potentes de la historia, había dejado un país entero en ruinas, además de 31 muertos y 34 desaparecidos, según datos oficiales. Para muchos podría haber supuesto el fin, pero no para los más de 70.000 habitantes de esta pequeña isla de las Antillas menores, quienes no solo comenzaron de inmediato a reconstruir sus hogares, sino que doblaron la apuesta y decidieron convertirse en la primera isla del mundo resiliente al cambio climático.

“Es una cuestión existencial para nosotros; es la única vía posible”, aseguró el Primer Ministro de Dominica, Roosevelt Skerritt, consciente de que el huracán María ha marcado un antes y un después para él y para todos sus vecinos. La supervivencia de la isla depende de afrontar el futuro desde una nueva óptica, una que le permita enfrentarse a las crecientes amenazas que afectan a la isla, situada en primera fila de combate durante la temporada de huracanes, pero también pendiente de posibles erupciones volcánicas (tiene 9 volcanes, 2 de ellos activos), terremotos o tsunamis.

Los datos son abrumadores. El informe del Banco Mundial ‘Groundswell: Prepararse para las migraciones internas provocadas por impactos climáticos’ concluye que en América Latina y el Caribe los efectos del cambio climático podrían producir 17 millones de desplazamientos de aquí a 2050.

Solo en 2017, 15,6 millones de personas, incluidos 8 millones de niños y niñas, resultaron afectados por desastres naturales en la región, según estimaciones de UNICEF.

Pero la determinación política del Primer Ministro de Dominica a dar un giro radical a su país no es suficiente para construir una Ítaca resiliente al cambio climático. La cooperación internacional juega un papel fundamental para poner en práctica en la isla casi todas las lecciones aprendidas en emergencias sucedidas a lo largo y ancho del planeta. Desde el huracán María, Dominica es un hervidero de cooperantes y agencias internacionales intentando aportar su granito de arena y coordinar programas y ayudas con el Gobierno. Y en algo parece que hay consenso, serán los niños, niñas y adolescentes quienes protagonicen el cambio, por ello buena parte de la estrategia pasa por proteger sus derechos y educarles en valores.

Pensar en el largo plazo

Las prioridades de estos trabajos en la isla han ido mutando desde los primeros instantes tras la emergencia hasta ahora. Sin embargo, en la cabeza de todos se encuentra la idea de no solo reconstruir, sino de hacerlo pensando en el largo plazo. Una de las prioridades fue devolver a la vida los sistemas de agua. El huracán María dañó 42 de las 44 instalaciones de la isla, de acuerdo con los datos de la compañía nacional de aguas y alcantarillado Dowasco, lo que dejó al 95 por ciento de la población sin suministro.

“Todavía somos vulnerables”, asegura Iva James, directora técnica de Dowasco. “Pero hemos aprendido”, apostilla. UNICEF y diversos aliados han apoyado a esta empresa en la recuperación de centros de abastecimiento y en la construcción de infraestructuras duraderas y resilientes en colegios, así como asesorando técnicamente y coordinando las diferentes actuaciones a lo largo y ancho de la isla. La compleja orografía dominiquesa y las todavía precarias comunicaciones terrestres no lo han puesto fácil.

El Banco Mundial estima que será necesaria una inversión de más de 50 millones de dólares para recuperar todo el sistema.

“No estábamos preparados”

Un tercio de las escuelas de primaria y secundaria de la isla sufrieron daños severos con el huracán. Las clases tardaron un mes en reanudarse y durante varios meses muchos colegios impartieron las lecciones desde las carpas temporales instaladas por voluntarios con el apoyo de UNICEF. Junto a las reparaciones en las infraestructuras educativas, también ha sido necesario renovar el mobiliario de las aulas y reponer libros y materiales escolares, pues en su mayoría se echaron a perder.

Melena Fontaine, directora del área de Educación, es clara en sus explicaciones: “Erika primero, María después, generaron una gran devastación. Muchas escuelas se vieron afectadas. No estábamos preparados”. “Nuestro objetivo ahora no solo es minimizar daños y pérdidas. Ahora todas nuestras escuelas tienen un plan sobre cómo actuar en una emergencia. Los profesores y los alumnos están preparados y saben qué hacer para salvar sus vidas y las de los demás”, añade.

A pesar de las condiciones adversas, el plan está funcionando poco a poco. “Estamos decididos a prepararnos”, asegura Esther Denis, estudiante de 15 años de la escuela North East Comprehensive, y participante en estos talleres que considera de gran importancia “porque podemos entrenar a otros jóvenes y mayores para que también estén preparados”. Su compañero Ahijah Williams, también de 15 años, se está igualmente capacitando con esa idea: “Quiero aprender a prepararme para un huracán y lo que hacemos después de un huracán. Es mi responsabilidad porque como miembro Cuerpo de Cadetes de Dominica tengo que estar entrenado para ayudar a otros”.

Abordar las políticas sociales desde un nuevo enfoque es otro de los pilares de la estrategia del Gobierno. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) y UNICEF firmaron a finales del año pasado en la ciudad de Roseau un acuerdo para escalar a nivel regional un proyecto pionero de transferencias monetarias que se inició en Dominica tras el huracán. El programa de tres meses, que el gobierno implementó con el apoyo de las dos agencias, proporcionó transferencias monetarias de emergencia a 25.000 personas afectadas, incluyendo 6.000 niños y niñas. Los fondos entregados ayudaron a las familias a satisfacer sus necesidades básicas, incluyendo alimentación, ropa, artículos de higiene, útiles escolares para sus hijos y materiales para reconstruir sus viviendas.

Durante la firma de este acuerdo, Marita Perceval, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe aseguró que “apoyar no es una opción, es nuestra responsabilidad y nuestro mandato”. “Crear resiliencia es también crear esperanza para Dominica y en especial para los niños y niñas de la isla”, apostilla.

© UNICEF/UN0218020/Harris
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Estos estudiantes de la Escuela secundaria comunitaria de Roseau, Dominica, no están jugando con bloques de construcción solo por diversión. Ellos participan de un ejercicio para prepararse en caso de emergencias que podría salvarles la vida.
© UNICEF/UN0218555/Harris
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Aun que Esther Denis, 15, (a la derecha) comparte una sonrisa con Nadysher Nixon, 15, y Reshander Henry, 12 (centro), estas estudiantes de la escuela North East Comprehensive en Dominica lo están tomando muy en serio. Participan de un taller de preparación en caso de desastres para asegurarse de estar listas para la temporada de huracanes.

Fortalecer la autonomía y la dignidad

Ronda James vive en Loubiere y ha sido una de las beneficiarias de este programa. Trabajaba en un supermercado, pero tras el huracán “todo se dañó” y tuvo que cerrar por lo que quedó desempleada durante meses. Para ella el efectivo “llegó justo en el momento en que lo necesitaba”. “Pude comprar alimentos, pero lo más importante es que mi hija está en su último año de secundaria y pude usar ese dinero para poner crédito en su teléfono para que pudiera tener datos de Internet y que pudieran hacer sus trabajos”, afirma. 

Ese es precisamente el objetivo del programa, que la población afectada pueda decidir y priorizar sus necesidades, así como fortalecer su autonomía y dignidad. Igualmente, las transferencias monetarias estimulan la economía local y revitalizan los mercados, promoviendo así la resiliencia de las comunidades, como fue el caso de Dominica. “No es solo dinero, ya sabes, es más que dinero”, explica Anthony Joseph, también vecino de Loubiere. “Es como dar cebo a un hombre y decirle que vaya a pescar. Una vez allí puede continuar pescando y con eso puede ayudar a alguien más. En lugar de usar el dinero solo para comer, nos gustaría ver el pueblo como un lugar de turismo rural, queremos unirnos, limpiar el pueblo e involucrarnos más y obtener más para los jóvenes”, prosigue.

Dominica se derrumbó, pero su capacidad para reinventarse y convertirse en la primera isla en sobreponerse y hacer frente al cambio climático convierte a esta república caribeña en un ejemplo a seguir.

Un empeño que los dominiqueses recuerdan cada día al pasear por el Jardín Botánico de la capital, en el punto exacto donde un árbol gigante fue derribado por el huracán David en 1979 sobre un autobús escolar y donde alguien ha colocado un cartel que bien resume esta batalla contra el clima que ha comenzado a librarse en el Caribe: “David contra Goliat”.