Aprende a responder a la violencia
La campaña Mídete compiló soluciones ante situaciones de acoso escolar, que ofrecen adolescentes de educación secundaria y enseñanza técnico profesional de La Habana y Granma

Buscar soluciones resulta una manera atrevida, cambiante, provocadora de responder ante un problema. De ponerlo cara a cara con su fin. De dejar de darle la vuelta o rodearlo, para de una vez y por todas, borrarlo del mapa.
¡Qué maravilloso sería hacerlo con el bullying! ¡Cuánta paz tendrían niños, niñas, adolescentes, familias y docentes si le halláramos el punto final al acoso escolar!
Parece utopía, y puede serlo; pero se siente más cerca ese horizonte cuando comenzamos a dar algunos pasos. En el caso de la violencia irle de frente implica indagar cómo se reconoce, cómo se expresa, cómo reaccionamos ante ella… y, por último, cómo deberíamos reaccionar.
En aras de dibujar un repertorio de respuestas ideales al acoso escolar, la campaña Mídete por la no violencia en la niñez y la adolescencia emprendió ese camino: el de no irse por las ramas y descubrir, desde la raíz, cómo transformar el bullying. Para ello, seleccionó 72 adolescentes de las provincias de La Habana y de Granma, pertenecientes a las enseñanzas secundaria básica y técnico profesional.
A través de cuatro talleres participativos se obtuvieron respuestas que proyectan maneras en que la adolescencia practica, vive, sufre o desea actuar ante las manifestaciones de violencia en el contexto educativo.
Manifestaciones de violencia que practican las adolescencias en el espacio escolar
La primera observación del acercamiento a estos adolescentes reveló que, aunque el bullying es la forma en inglés de acoso escolar ejercido por pares o por docentes, que engloba dimensiones como la física, psicológica, tecnológica y sexual, en Cuba se emplea el término para referirse al choteo, las humillaciones, la burla, el chucho, la quemadera.
Encontramos que los y las adolescentes entre los 13 y los 18 de edad de escuelas secundarias básicas y de escuelas tecnológicas de La Habana y Granma reconocen la existencia de manifestaciones de violencia en el espacio escolar, incluso cuando no las sufren o la practican de manera directa.
A la par del bullying, otorgan trascendencia a las violencias que conocen o experimentan en sus familias, comunidades y otros espacios públicos. Son las chicas quienes refieren sufrir acoso callejero con bastante intensidad. Una de las estudiantes de tecnológico advirtió: “puedes ser una escoba con saya que se meten contigo, te dicen barbaridades”.

El grupo investigado ofrece mayor preeminencia a las burlas entre pares, la humillación o el choteo público, la discriminación por carácter religioso, el abuso de docentes y la exclusión o mofa sostenida por condiciones económicas.

Un muchacho argumentó: “algunas gentes por ahí se creen los mejores en la calle o la escuela por vestirse bien o porque tienen más…y miran mal a los que están por debajo”.
La violencia por orientación sexual e identidad de género afloró en los cuatro talleres realizados, lo que demuestra la preocupación de las adolescencias por el asunto, a la par de algunas posturas discriminatorias que proliferan en el ambiente educativo.
Una joven de Granma mencionó que en su escuela una profesora inculca (casi obliga) a que las niñas no anden con otra del aula, porque presume puede ser lesbiana.
Además, salieron a relucir los estereotipos sobre lo que es femenino y masculino y cómo no cumplirlos te hace blanco de este acoso. “Los estereotipos están muy anclados en la gente de la escuela: por usar ropas anchas, por andar con mujeres homosexuales o por no maquillarte, te ponen “un nombre”, te gritan, te humillan y hacen que te quedes y te sientas sola, hasta inventarte un personaje y dejar de ser quién eres en verdad”, comentó una chica del tecnológico.
El impacto de las tecnologías en el bullying, por su parte, está marcado por el uso de WhatsApp y se observa con más énfasis en los estudiantes de La Habana y en los de mayor edad. “Dejar fuera a alguien de un grupo de WhatsApp o bloquearlo; crear grupos para hablar mal de alguien, manipular fotos o videos donde esa persona aparece, mandar mensajes a nombre de esa persona para ponerla en ridículo”, son algunas de las situaciones que compartieron.
El acoso escolar o bullying es un comportamiento continuado de acciones malintencionadas, sobre una o varias personas. Se sostiene en el tiempo con el interés de demeritar, subvalorar, intimidar, denigrar o atemorizar. Ocurre en el contexto escolar entre pares o desde docentes hacia el alumnado.
Adolescentes de La Habana contaron experiencias sobre el abuso de poder de algunas figuras docentes. Aunque no se trata de un hecho continuo, como lo requiere el acoso, levanta alarmas que deben ser atendidas para que las escuelas no pierdan su condición de entornos protectores de las niñas, niños y adolescentes.
“Un profesor de educación física de secundaria no creyó que una estudiante que es amiguita mía se sentía mal y la puso de pie al sol. La niña se desmayó a los 10 minutos de este castigo”, contó una chica de secundaria.
“Los maestros que quieren abusar de los estudiantes, las muchachitas intentando seducir al profesor para que les apruebe una nota, una profesora me quería obligar a escribir con la derecha cuando yo soy zurda” … contaron en los talleres.
Acerca del chucho diario identificaron situaciones como burlarse de quienes tienen alguna discapacidad, o retraso en el aprendizaje, de los que “no se visten igual, usan la saya larga, o no están a la moda”. Si bien las burlas, humillaciones, y otros aspectos que sostienen el acoso psicológico en la escuela emergieron en cada caso, muchachas y muchachos naturalizan estos comportamientos y les restan importancia; lo viven como algo “normal”.


Cómo reaccionan a la violencia y cómo quisieran responder
Ante un ejercicio de acción/reacción ante situaciones de violencia en la escuela los y las adolescentes respondieron, casi en su totalidad, con un gesto agresivo. Si me dan un golpe, lo devuelvo; si me gritan, grito; si se ríen de mí, lees meto un trompón; si se burlan de mí delante de la gente, les grito cosas.
Una de las adolescentes de la comunidad habanera El Husillo compartió una historia en la que se burlaban de ella por tener la saya larga y ella cogió un libro para agredirles y comenzaron a fajarse.
De Granma llegaron historias como las de dos amigas que cuando empezaron a darles chucho o burlarse de ellas, se rieron para enfurecer al agresor, lo que desató una violencia física a la que ambas respondieron.
Varios estudiantes de Plaza de la Revolución y de Arroyo Naranjo, en La Habana, argumentaron su reacción a través de experiencias similares: “me han dado una galleta (manotazo en la cara) y he metido otra; he actuado, sin pensar, de la misma manera; he gritado más alto; he buscado los defectos de esa persona y hasta de su familia para reírme como respuesta…”
Muy pocos adolescentes de los cuatro talleres respondieron de forma no violenta cuando se les pidió ponerse en una situación en la que recibían una agresión: “me quedo quieto; me voy; evito acercarme a esa persona de nuevo; se lo cuento a mi familia para que vaya a la escuela a resolverlo”.
Sin embargo, la mayoría cambió de parecer tras leer en voz alta sus respuestas, y reflexionar en grupo, qué pasa si antes de responder a esa agresión piensan en la mejor réplica, en algo que les evite más problemas, en no repetir lo mismo y cortar la cadena de la violencia.
En Jiguaní, Granma, a pesar de reconocer que el primer instinto casi siempre es responder con la misma acción, al final la totalidad coincidió en que nunca la violencia termina la situación. Por el contrario, aviva la venganza, o quien es la víctima se tiene hasta que ir de la escuela o se enferma”, explicó alguien.
Otro confesó: “yo antes era violento, lastimaba a otras personas tanto físicamente como con burlas... Pero empezar a hablar de esos temas me ha hecho mejorar. Y siento que también lo he hecho porque en mi casa ya no se viven tantas broncas y porque he cogido más confianza en mí”.

Otra adolescente habanera puntualizó: “la mayoría de la gente que se burla de los otros es porque quiere que no se fijen en ellos, porque piensan que así no les verán sus defectos”. Desde El Husillo, en Marianao, una respuesta fue acogida por el grupo participante: “la violencia es lo que más se ve ahora mismo y es importante romper con eso, porque como dicen por ahí, el acoso te atrasa”.
Llama la atención que muchas de las respuestas o soluciones que ofrecieron los y las adolescentes de Arroyo Naranjo, en La Habana, tenían que ver con el curso legal: “llevar preso a los agresores; que se tomaran las medidas posibles para terminar eso”. Tales sugerencias denotan que las y los participantes demandan mayor responsabilidad ante la violencia por parte del Estado y las instituciones, y que a la par de las situaciones acontecidas en el medio escolar, preponderan lo que ocurre fuera de este.
Otras soluciones sugeridas en los cuatro talleres:
- Comunicarse mejor para no llegar a una situación violenta o encontrar la forma de que los agresores y sus víctimas hablen y se entiendan.
- Ayudar a que las personas que agreden cambien, que reflexionen sobre el mal que le hacen a los demás, que se pongan en el lugar de otras personas, de quienes son víctimas de esa violencia.
- Mantener la calma y el control de nuestras emociones y reacciones: no dejarse llevar a esa zona de molestia o ira y respirar antes de responder a la violencia con más violencia.
Puede reconocerse que existe un interés o un deseo de los y las adolescentes por dejar de vivir situaciones de violencia en el espacio escolar y en otros sitios. La mayoría conoce herramientas o respuestas que pudieran frenar estas agresiones, pero no sabe cómo materializarlas o pierden los estribos antes de pensar en ellas.
Sería recomendable preparar aun más al personal docente en la educación y promoción de derechos de las infancias y adolescencias. Asimismo, que se incluyan contenidos relacionados con la inclusión, la no discriminación y el respeto a la diversidad y la libre elección de las personas, para que puedan complementar las materias curriculares con tales valores.
También las familias y docentes necesitan más información y preparación para que puedan determinar cuándo los y las adolescentes son víctimas de bullying y sepan cómo acompañarles en esta situación, así como animarles a visibilizarlo, a no aceptarlo como algo natural.
Este Inventario de soluciones ante la violencia desde la mirada y las vivencias de adolescentes, es una invitación a reflexionar sobre realidades que limitan su bienestar y desarrollo pleno. Reconocer la problemática, identificar alternativas para actuar y transformar esas realidades, debe ser un compromiso de quienes nos empeñamos en la educación y protección de infantes y adolescentes. Pero, sobre todo, una oportunidad para que ellas y ellos sean protagonistas del cambio.