Ellos son los niños, niñas y adolescentes que cruzan el Darién
La historia de Yelmary, Gael, Yericson y Salomé.

Yelmary va a cumplir sus 15 años en la selva del Darién. Al menos, estas son las cuentas que hace luego de preguntar a otros migrantes que ha conocido en Necoclí (Antioquia), cuántos días puede durar este paso. En sus brazos lleva a Gael, su bebé de nueve meses.
“Cruzar la selva, el Darién… yo he escuchado que está muy duro. Y yo lo veo duro por mí, por mi hijo también. Por una situación muy dura que estamos viviendo en Venezuela salimos buscando mejores condiciones económicas. Un tío ya pasó, ya está en Costa Rica”

Yelmary consultó redes sociales como Facebook y Whatsapp donde obtuvo información previamente compartida por migrantes de diferentes nacionalidades, quienes difunden detalles sobre sus travesías: algunos han tardado hasta 20 días caminando para llegar a Estados Unidos pasando por Panamá, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y México, entre otros países. La ruta tiene variaciones, pero el sueño de todos es el mismo: llegar al país norteamericano en busca de “mejores condiciones de vida”, tal como comenta la misma Yelmary.
Las familias de Venezuela no son las únicas haciendo este trayecto, aunque este 2022 han sido mayoría, representando más del 60% de los caminantes. Sin embargo, todavía en la costa colombiana confluyen haitianos, brasileños, africanos y asiáticos de diferentes países para hacer el paso. En total, se han contado hasta 49 nacionalidades diferentes, según datos de SENAFRONT Panamá (Servicio Nacional de Migración).
Según Yelmari muchas familias se encuentran ante situaciones económicas donde la única opción parece ser el camino a través de la selva, que se extiende entre la zona noroccidental de Colombia y el sur de Panamá. Al igual que los otros 102 mil migrantes que cruzaron el Darién este 2022 (de acuerdo con SENAFRONT), Yelmary dejó su país para llegar a Colombia, puntualmente a Necoclí, para tomar una embarcación que cruce el golfo de Urabá, llegue a Capurganá y desde ahí emprender el camino entre la selva.
Yelmari ha visto en redes sociales que los y las migrantes pueden encontrar peligros como la presencia de grupos armados, resbalosas pendientes empinadas, animales venenosos, ríos crecidos y la posibilidad de contraer enfermedades asociadas al consumo de agua sin tratar. Incluso ha escuchado que muchos compatriotas han muerto en el camino. Lo cierto, es que el clima variable, las lesiones, el agotamiento, y las afectaciones emocionales y psicológicas producto de lo vivido durante el trayecto, le preocupan.
Aunque los migrantes caminan juntos, tal como el grupo de venezolanos y ecuatorianos con el que piensa atravesar Yelmary, también hay personas que se rezagan por sufrir alguna lesión, por enfermedad o simple agotamiento. Ella espera no tener este tipo de tropiezos pues considera que si se queda del grupo puede quedar expuesta a robos y otras violaciones de derechos humanos.
Yelmary no es la única mujer de su familia que va con un bebé de brazos. Va con su mamá, Neldy, y otros hermanos menores de 2 y 3 años, Abraham y Salomé. Los acompañan otros familiares, pero el que lidera el grupo es Yericson, su hermano mayor, de 16 años.
Yericson ya cruzó antes la selva del Darién. Exactamente a mediados de 2022, cuando aumentaba el flujo de migrantes hasta llegar al pico que se presentó en agosto, cuando más de 31.000 personas cruzaron este paso, de acuerdo con la Federación Internacional de la Cruz Roja en Panamá. Neldy lo mira con preocupación, pero también con cierto alivio de estar enfrentando este camino a su lado y el conocimiento de la ruta que les puede compartir. “Yo fui de aquí a Capurganá, me fui sin guía por toda la selva… duré tres días para llegar hasta el campamento de El abuelo (Panamá), de ahí duré dos días más en la ONU de Panamá. Después, en bus hasta Costa Rica, allá duré dos días. Luego en la trocha de Honduras me fue difícil pasar porque había muchos militares con perros, no nos dejaban pasar”, recuerda Yericson, mientras juega con su sobrino Gael, quien ríe despreocupado en sus brazos.
“En México al comienzo fue fácil, pero después se complicó. Me tocó andar en bestia y la policía de migración me agarró en Tapachulas. Esto fue hace cinco meses. Duré tres meses preso, prácticamente, y de ahí me mandaron en avión a Venezuela. Lo más difícil es la selva (del Darién) y el paso a México”, recuerda este joven. Cuando estaba en Venezuela alcanzó a estudiar hasta segundo de bachillerato. Ahora, no cree que siga estudiando pues planea trabajar y ayudar económicamente a su familia una vez logren establecerse en algún país.


Pese al anuncio de las nuevas medidas de control migratorio por parte de EE.UU., que buscan desincentivar la opción de tomar esta difícil ruta, Yelmary quiere seguir por su hijo. “Cruzar la selva, el Darién… yo he escuchado que está muy duro. Y yo lo veo duro por mí, por mi hijo también. Por una situación muy dura que estamos viviendo en Venezuela salimos buscando mejores condiciones económicas. Un tío ya pasó, ya está en Costa Rica”, comenta con seriedad. Sin embargo, sonríe con timidez cuando piensa en el futuro: “Me gustaría estudiar cuando llegue allá. Yo en Venezuela estaba en primero (de bachillerato). Siempre he querido hacer mi curso en manicure y pedicure, poder hacer estética. Yo lo veo y me encanta, ¡me gusta! Yo practico con mis hermanitas, me pongo a peinarlas”.
En caso de no lograr llegar a Estados Unidos, esta familia igual planearía quedarse en algún país centroamericano. “Para mi bebé me gustaría un mejor futuro, estar bien con él. Él es un bebé, no sabe nada de lo que estamos pasando”, comenta Yelmary.
Para el camino, esta familia discute quién cuidará de cuál de los niños más pequeños; Yericson probablemente llevará a su sobrino Gael, para que Yelmary ayude a su mamá con los otros pequeños. “Yo ahorita todos los días estoy pensando cómo vamos a hacer”, dice Yericson. “Mi mamá camina como una tortuga (risas), pero ahí vemos, de que pasamos, pasamos”.
Génesis y Matías
En la playa de Necoclí, niños y niñas como Génesis, de siete años, acceden a los seis puntos de agua segura para hidratación instalados en tanques de almacenamiento por UNICEF Colombia a lo largo de esta zona de embarque, donde muchas familias acampan mientras definen su situación y esperan su oportunidad de salir a Capurganá. En total, las personas pueden acceder a 6000 litros de agua segura y gratuita por día.
Génesis va viajando con sus padres, su hermano Matías y su perro que carga de un lado a otro y deja corretear por la playa de vez en cuando. “Yo sé cómo es la bandera de Estados Unidos, ya me la aprendí… es roja, blanca y tiene estrellitas”, dice con orgullo. “Yo quiero ir porque se vive bien”, cuenta. Pero luego, con la seriedad de quien cuenta un secreto, dice que para llegar allí hay que cruzar una selva donde “pasan cosas malas por culpa de personas malas”. Mientras tanto, su hermano y otro chico toman agua bajo el calor de la tarde.
En respuesta a este flujo migratorio, UNICEF Colombia también implementó desde mediados de 2022 la tienda humanitaria ‘Somos un mundo’ en alianza con OIM. Se trata de un espacio donde las personas pueden ingresar, una por familia, para tomar gratuitamente los elementos de aseo e higiene personal que se necesiten para el camino. Allí, junto al equipo de la Fundación SAHED se registran y se les entregan mensajes relacionados con los hábitos clave de higiene, como el lavado de manos, con los que las familias pueden cuidar su salud y la de los niños y niñas, especialmente propensos a las diarreas e infecciones respiratorias en estas condiciones. Así mismo, se comparten mensajes relacionados con el cuidado y la prevención de peligros hacia el bienestar de los niños, niñas y adolescentes en la ruta, dadas las condiciones del tránsito por la selva del Darién. A la fecha, más de 11.210 migrantes han podido accederaccedido a los productos de esta tienda humanitaria.
De la mano con algunos actores gubernamentales locales y nacionales, UNICEF Colombia también ha participado de diferentes diálogos para evaluar las posibilidades de acción e implementaciones pensadas en el bienestar de los y las migrantes. Como acciones para el fortalecimiento de las capacidades locales, se realizan acompañamientos a las empresas de servicios públicos con el fin optimizar el funcionamiento del acueducto municipal de Necoclí y el Corregimiento de Capurganá en Acandí, teniendo en cuenta el alto flujo de migrantes que ha recibido el municipio.

