Las emociones en la infancia: ¿cómo aprenden niños y niñas a manejarlas?
Aprender a convivir tiene que ver con habilidades que los niños necesitan también poder aprender y que los adultos deben enseñar.
¿Qué tienen en común la alegría, la tristeza, el enojo y el miedo? Todas son emociones con las que procesamos información. Cuando nacemos, la información que podemos procesar es muy básica: si un bebé quiere comer, lo siente como una amenaza y activa una respuesta emocional que reflejará con el llanto. Pero a medida que empezamos a crecer, debemos aprender a convivir con otros y, para eso, es necesario empezar a desarrollar habilidades socioemocionales que nos permitan tener respuestas más sofisticadas que las primarias. El rol de las familias y cuidadores es fundamental en ese aprendizaje.
Aprender a convivir tiene que ver con habilidades que los niños necesitan aprender y que en algún punto necesitan que los adultos se las puedan enseñar. El desafío de la convivencia tiene que ver con aprender respuestas más complejas: cuando una emoción se activa, lo primero que hay que entender es que el hecho de que los niños no sepan manejar sus emociones no es un problema, sino una característica evolutiva.
Te invitamos a escuchar el episodio "Las emociones: ¿cómo aprenden niños y niñas a manejarlas?", del podcast Hablemos de crianza, de UNICEF y Magnolio Podcast.
Hablar de las emociones
Hablar con niños y niñas de lo que les pasa es lo que les permitirá entender sus emociones. Si evitamos que expresen una emoción desagradable, estamos evitando fuentes de información fundamentales, porque las emociones ayudan a entender que suceden.
Las emociones, lo que sienten niños y niñas, tiene que ver con las cosas que les pasan. Como adultos, es imposible controlar eso. Pero sí se les puede enseñar a cómo gestionarlo. ¿De qué manera? Poniendo el foco en lo que hacen con lo que sienten.
“Lo que puedo es desarrollar buenas estrategias que me cuiden, que cuiden al otro, que sean empáticas, compasivas, que construyan comunidad, que mejoren la convivencia con los demás y conmigo para una manera de resolver esta sensación tan desagradable”
Por ejemplo: un niño se enoja con su hermano y lo primero que piensa en hacer es pegarle. La tendencia sería pedirle que no se enoje para que no pegue. Sin embargo, se le puede decir: “Enojate, pero en vez de pegarle, hablá”.
Tres claves para una mejor convivencia
- Tener una buena mirada. Niños y niñas están aprendiendo a convivir, por lo que todo lo que lo adultos ven como un problema de convivencia en realidad es una oportunidad de enseñar algo.
- Buscar estrategias. No se trata de evitar que los niños y niñas sientan una determinada emoción, sino de enseñarles cómo afrontarla.
- Aprender a tener emociones. Esas estrategias permitirán a niños y niñas a tener emociones, que también implica aprender a sentirse mal.