Wrays Pérez

Nosotros fuimos obligados a pelear por unos países que vivían enfrentados, por unos intereses que no eran los nuestros

UNICEF
21 Agosto 2006

Un día llegó la noche y empezaron a sonar las bombas. Los shuares, wampis, huambisas y awajunes miraron el cielo y vieron unas estrellas extrañas en el firmamento. Luego un silencio finito que traía el miedo consigo y de pronto la tierra empezó a moverse como si fuera el fin. Sin importar quien fuera quien, sin pensar si la sangre era achuar o awajun o wampis, convencidos únicamente que eran hermanos de siempre, cargaron a sus hijos y huyeron al monte. Pero el cielo se siguió iluminando para traer consigo ese sonido que luego aprenderían que eran las bombas que destrozaban lo que antes fue su hogar. Que traían abajo los árboles, que espantaban a las aves que antes sólo sabían cantar por las mañanas, que mataban a los animales que los habían acompañado por años y les habían servido de alimento. “Esa fue la guerra para nosotros” – recuerda Wrays Pérez- huambisa del Perú, consejero regional de Amazonas por la provincia de Condorcanqui. Y los ojos se le llenan de lágrimas como si el recuerdo de las bombas todavía lo paralizaran del susto. Como si los gritos de los niños de su pueblo se le hubieran quedado impregnados en sus oídos.

“Luego vinieron a decirnos que todos éramos o peruanos o ecuatorianos y que estábamos en guerra. Pero la guerra era por una tierra que siempre había sido nuestra, de nuestros pueblos: de los huambisas, de los shuares, de los wampis, de los quichuas del amazonas. Esa tierra era de nosotros, los hermanos. Pero de un momento a otro todo eso cambió. Y nosotros fuimos obligados a pelear por unos países que vivían enfrentados, por unos intereses que no eran los nuestros. Y allí vino lo peor, porque nuestros pueblos entraron en guerra. Y la guerra entre extraños es mala, pero la guerra entre hermanos es peor”.

Con estas palabras cargadas de dolor, Wrays Pérez trata de explicar lo que fue la guerra entre el Perú y Ecuador para los pueblos indígenas que habitaban las zonas de frontera. “Por eso, cuando se firmó la paz, nosotros también tomamos una decisión: nunca más, entraríamos en guerra entre hermanos. Hicimos nuestro consejo de Pueblos Wampis, Awajum y Shuar, el COPWASH, reivindicamos nuestra soberanía y juramos que nunca más levantaríamos un arma para dañar a otro hermano.

Lo  que siguió desde entonces en adelante fue el reencuentro de los pueblos para compartir todas las necesidades que vivían. Y fue allí que llegó hacia ellos el Plan Binacional de Desarrollo de la Región Fronteriza Perú – Ecuador impulsado por los gobiernos de ambos países y el  Proyecto de Desarrollo Humano Sostenible en el Río Santiago. Una experiencia, esta última,  liderada por UNICEF y el gobierno de Finlandia que tiene como objetivo trabajar el progreso de esos pueblos abriendo las puertas para que todos puedan conocer sus riquezas, para recibir aquellas otras experiencias que vienen de tierras lejanas y que prometen ayudarlos a salvar sus vidas, las de sus mujeres y sus hijos, a educarlos compartiendo sabidurías y lo que para ellos tiene más valor, respetando y valorando la herencia de sus ancestros.

Para lograrlo y debido a los altos índices de mortalidad materna, desnutrición infantil, enfermedades trasmisibles, riesgos por VIH SIDA, problemas en la oferta de provisión de servicios de salud, escaso o nulo personal de salud  que se registraban en esas zonas, se empezó por hacer un trabajo con los representantes de estas etnias y los responsables del ministerio de salud y de las autoridades competentes para establecer un primer diálogo.

Juan Naula, de nacionalidad Quichua del Ecuador afirma que al inicio esas conversaciones no fueron muy certeras. Ellos, los mestizos venían para imponer sus ideas, sobre todo los del personal del servicio de salud y dejaban de lado todas nuestras costumbres. Eso no nos gustó. Pero después de un largo proceso, los del personal de salud ya se han hecho nuestros amigos. Ya comprenden, entienden y respetan a nuestros maestros. Los Yachak, por ejemplo, son los sabios de mi pueblo. Ellos no sólo conocen cómo curar sino que han recibido la sabiduría de nuestros antepasados. Siguen siendo ahora muy importantes y comparten toda su experiencia con el personal que viene de los servicios de salud. Eso es bueno. Ahora sí notamos que nos respetan”.

Wrays Pérez, huambisa del Perú dice que todo esto que ahora se les está enseñando los ha ayudado a mejorar y aprender a valorar a sus hijos, a cuidar de su crecimiento y su desarrollo. “Si  los alimentamos desde que están en la barriga, si los cuidamos como debe ser, van a ser huambisas más inteligentes. Ellos van a poder traer a nuestro pueblo lo que nosotros no pudimos: el progreso. Esa es nuestra esperanza.”

Pero también queremos que estas reuniones que ahora se dan acá en Lima, se den también en Ecuador, y en nuestros pueblos, - afirma Wrays. Queremos que UNICEF nos ayude a pedirle a los dos estados, a los ecuatorianos y a los peruanos que todos estos programas se conviertan en políticas públicas, que nos ayuden en la formación de nuestra gente, que entreguen más recursos a nuestros pueblos para que podamos desarrollarnos de manera sostenida. Que no sea cosa de un solo gobierno. Nosotros hemos nacido en unas tierras, que unos llaman Perú y otros Ecuador. Pero nosotros somos por sobre todo huambisas, unos del Perú, y otros que nacieron al costadito, en el Ecuador. Unos que son Awajun, que nacieron de este lado del río que se llama Perú, y otros que vieron la luz al frente, que se llama Ecuador. Pero por sobre todo, somos hermanos. Y como hermanos nos queremos, como hermanos nos respetamos y como hermanos juramos mantener nuestra paz y nuestro progreso para el orgullo de nuestros hijos y para que nuestros antepasados puedan descansar en paz.