Los migrantes de la selva más inhóspita del mundo

La Peñita, el primer punto de control migratorio en Panamá.

Por Enrique Patiño
25 Abril 2019

En La Peñita, el primer punto de control migratorio en Panamá, las personas migrantes que cruzan la frontera desde Colombia a través del tapón del Darién cargan tantas historias como dolor y esperanza. UNICEF hace presencia en este poblado, en el que el cruce de niños y niñas ha aumentado.

 

© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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Para los jóvenes -la mayoría entre los 19 y los 22 años- que migran desde Nepal en una ruta que cruza tres continentes, tatuarse el rostro de su madre en el pecho o en los brazos es una protección para que nada salga mal. Su destino final es Norteamérica.
© UNICEF Panamá/2018/Luna
UNICEF Panamá/2018/Luna
Julio García Quintana, y su madre, Yainelis Quintana, suben al camión del Senafront que los llevará al cuartel de Metetí. Quince cubanos que sobrevivieron a la travesía por el Darién y resultaron asaltados en el camino, serán deportados a Colombia. La familia de Julio, que incluye a su padre y a su hermano Ányelo, recibirá un salvoconducto para permanecer en Panamá con el fin de proteger el interés superior de los niños.
© UNICEF Panamá/2018/Luna
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El puerto de La Peñita es, en realidad, un embarcadero sencillo donde atracan las canoas y pangas locales. Los lugareños han convertido el paso de personas migrantes en un modo de vida. Cada uno de ellos paga veinte dólares para llegar a este punto. Acá, en el momento en que desembarca un grupo.
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Una familia de Ghana recibe por parte de Senafront un kit con elementos básicos de atención proveído por UNICEF que incluye juguetes para los dos niños. Oselie Charité, la madre luce el impermeable con el que sobrevivió al paso por el Darién.
© UNICEF Panamá/2018/Luna
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Cuatro hombres migrantes de Bangladesh reciben la autorización para continuar su viaje y con bidones de agua y mochilas que les provee UNICEF, se dirigen hacia los buses que los llevarán a Costa Rica. Pagarán 40 dólares por cruzar el país en bus, con una única parada de descanso en Ciudad de Panamá.
© UNICEF LACRO/2019/Patiño
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Los pies de una pareja de caminantes cubanos reflejan el rigor de los seis días de caminata que les demandó cruzar por el tapón del Darién. De origen cubano, este matrimonio vendió todas sus pertenencias para intentar la travesía. La joven, de 28 años, estaba embarazada de tres meses y perdió a su bebé en el segundo día de caminata.
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Un hombre migrante de Yemen firma su salida en el listado oficial de Senafront. Los agentes del Servicio Nacional de Fronteras los llaman por países, para manejar un orden interno. Los africanos son agrupados, sin importar de dónde provengan: Ghana, Nigeria, Camerún o Eritrea, que son los países de origen de quienes se encuentran en la Estación Temporal de Asistencia Humanitaria de La Peñita
© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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La Estación Temporal de Asistencia Humanitaria (ETAH) de La Peñita es una especie de hangar de circulación abierta donde hay colchones en camarotes que las personas migrantes recién llegadas se reparten al azar. La mayoría permanecen tendidos, recuperando fuerzas, después de cruzar la selva del Darién.
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Un grupo de migrantes de Sri Lanka reposa en los camarotes de la Estación Temporal de La Peñita, al tercer día de su arribo. Ese mismo día saldrán rumbo a Costa Rica. Gracias a un giro internacional tienen por fin el dinero para continuar el viaje.
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UNICEF LACRO/2018/Patiño
Las personas migrantes suelen ser víctimas de asaltos a mano armada. Algunos logran salvar sus celulares. Gracias a la inventiva y a la necesidad, varios de ellos idearon un sistema para expandir la energía eléctrica, recargar sus aparatos y comunicarse con sus familias.
© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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Las paredes de la Estación Temporal de La Peñita narran historias. En distintos idiomas se intercalan nombres, fechas, saludos y anotaciones. Una de las mochilas que RET-UNICEF les provee a las personas migrantes con elementos básicos de higiene ha sido colgada improvisadamente para protegerla de los insectos del piso.
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Regina Abanje muestra las fotos que guarda con más dolor en su celular: las de las masacres de sus amigos y familia en su propio pueblo en el conflicto que asola en estos momentos a Camerún. Ella pertenece al lado inglés y decidió migrar para salvar su vida y llevarse a sus hijos.
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Julio García, de 3 años, tiene en la frente un manchón de tinta, después de poner la huella dactilar en su registro con migración. Acaba de pasar diez días en la selva con su familia, cinco de los cuales solo se alimentó con agua de río, pese a ello no ha perdido su felicidad.
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También los niños y niñas eligen la mejor cama posible en la Estación Temporal de Asistencia Humanitaria de La Peñita. Esta niña de Camerún, juega sobre ella mientras espera a su madre, aquejada por dolores intestinales y remitida al puesto de salud de emergencia.
© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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David Simón, especialista de UNICEF en temas de calidad del agua, saneamiento e higiene, mide la calidad del agua en la Estación Temporal de Asistencia Humanitaria, acompañado por una funcionaria de RET. La potabilidad del agua es crucial para garantizar la salud de las personas migrantes.
© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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Dos de los pocos elementos que le quedaron del viaje a una mujer migrante de Camerún reposan en el colchón en el que duerme: una chaqueta y una Biblia. Es poco frecuente el robo de enseres o ropa en este albergue: la escasez genera una especie de solidaridad común ante la adversidad.
© UNICEF LACRO/2018/Patiño
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Yainelis, Julio hijo y Julio padre -quien sostiene a Ányelo, de un año-, celebran estar a salvo temporalmente después de permanecer diez días en la selva. Una funcionaria de UNICEF los acompaña, segundos después de recibir el salvoconducto que les permitirá proseguir su viaje.