La obesidad no es una tendencia imparable

Esto es lo que podemos hacer de manera diferente

Por Charlotte Petri Gornitzka, Directora Ejecutiva Adjunta de UNICEF
© UNICEF/UNI206759/Fesser
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20 Enero 2020
  • Las familias se beneficiarían de entornos alimentarios más saludables.
  • El impacto económico de la obesidad se estima en dos billones (millones de millones) de dólares.
  • El término “obesogénico” describe los entornos que promueven una alimentación poco saludable.

Si queremos revertir la crisis mundial de la obesidad infantil, tendremos que utilizar enfoques que incluyan a toda la sociedad para construir entornos alimentarios más saludables.

El aumento mundial de las tasas de obesidad en la infancia puede parecer una tendencia imparable, consecuencia inevitable de un cambio de las prácticas alimentarias y los estilos de vida tradicionales; del creciente acceso a alimentos baratos, ricos en calorías, pobres en nutrientes y con mucho sabor. Sin embargo, aunque enfrentar el problema constituye un desafío importante y complejo, un creciente conjunto de pruebas y experiencias pone de relieve soluciones que podrían funcionar. Por otro lado, los gobiernos, las empresas y la sociedad civil están empezando a prestar atención a esta tendencia en aumento.

El desafío

Las tasas de obesidad en la infancia y la adolescencia están aumentando en casi todos los países, en todos los continentes. Antes considerada una enfermedad de los ricos, la obesidad afecta ahora a los niños y niñas de países de todos los niveles de ingresos, y tres cuartas partes de todos los niños y niñas con obesidad viven en países de ingresos medios. En comparación con 1975, hoy en día la obesidad afecta diez veces más a las niñas y doce veces más a los niños, y hay pocas pruebas de que algún país esté logrando una disminución de la obesidad en toda la población y la mantenga.

El impacto de la obesidad

El problema acarrea graves consecuencias para los individuos y las familias a las que afecta, y para sociedades y naciones enteras. La obesidad en la infancia puede conducir a la estigmatización y la depresión, y es un fuerte predictor de la obesidad en la edad adulta, que puede tener repercusiones muy importantes en la salud. Las prácticas de alimentación deficientes son ahora el principal factor de riesgo de la carga global de la enfermedad.

La obesidad también tiene consecuencias importantes a nivel financiero y social, que afectan a millones de personas y ponen a prueba los sistemas y los presupuestos de salud. El impacto económico estimado es de 2 billones de dólares, o el 2,8 por ciento del PIB mundial, lo que equivale aproximadamente a los costos económicos del tabaquismo o de los conflictos armados.

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Los países de ingresos bajos y medianos bajos han experimentado un aumento significativo de los problemas de peso en el último decenio.

Causas profundas

Es evidente que el aumento de la obesidad no se debe simplemente a que los niños, las niñas o las familias tomen “malas decisiones”. La propagación de entornos “obesogénicos” (entornos que promueven una alimentación poco saludable y desalientan la actividad física) es un factor clave que conlleva al aumento de la obesidad en todo el mundo. En estos entornos, los alimentos no saludables son baratos y fáciles de obtener, mientras que los alimentos más saludables son más difíciles de encontrar y a menudo son costosos.

La urbanización y la globalización han desempeñado un papel importante en la configuración de las opciones y elecciones alimentarias. Actualmente, más alimentos cruzan las fronteras y la producción se concentra en manos de un número relativamente pequeño de empresas. De hecho, el 77% de las ventas de alimentos procesados en todo el mundo está controlado por solo 100 grandes empresas, muchas de las cuales dirigen la venta de estos productos a los niños y las niñas utilizando estrategias de comercialización basadas en las emociones a través de múltiples medios de comunicación, incluso en entornos donde los niños deberían estar especialmente protegidos, como las escuelas. El resultado ha sido un aumento sustancial del consumo de estos alimentos: el 42% de los adolescentes que asisten a la escuela beben refrescos por lo menos una vez al día y el 46% comen comida rápida por lo menos una vez a la semana.

Medidas que funcionan

Para que nuestras sociedades funcionen mejor para los niños y las niñas, es necesario que respondamos a los desafíos que los niños, las niñas, los jóvenes, las mujeres y las familias enfrentan en su vida cotidiana.

Las necesidades de los niños y niñas deben estar en el centro de nuestros sistemas alimentarios. Deberían utilizarse incentivos financieros para recompensar a las organizaciones o entidades que aumenten la disponibilidad de alimentos saludables y asequibles en los mercados y otros puntos de venta, especialmente en las comunidades de bajos ingresos. Deberían aplicarse y ampliarse medidas cuya eficacia en la creación de entornos alimentarios más saludables ha quedado demostrada, como el etiquetado obligatorio en la parte frontal del envase y la protección contra las prácticas de comercialización abusivas.

Al mismo tiempo, debemos integrar la prevención de la obesidad como una prioridad en otros sistemas, como la salud, la educación y la protección social, y asegurarnos de que nuestras ciudades estén adaptadas a los niños y promuevan la salud.

Enfoques que incluyan a toda la sociedad

Para frenar el aumento de la obesidad infantil, necesitamos enfoques que reúnan a todos los sectores de la sociedad con el fin de construir entornos alimentarios más saludables.

Si bien los gobiernos deben estar a la vanguardia del establecimiento de políticas, estrategias y programas, no pueden hacerlo solos. Las empresas y los grupos de la sociedad civil, así como las propias familias, los niños, las niñas y los jóvenes, tienen importantes papeles que desempeñar y acciones que emprender.

Estos principios se están poniendo en práctica, a menudo con resultados sorprendentes. En ciudades como Ámsterdam y Londres, los alcaldes han demostrado liderazgo y ambición a través de acciones transversales para la adquisición de alimentos, el transporte y la planificación, la educación, los servicios sociales y los establecimientos de salud. En Chile, Malasia y México, los gobiernos están estableciendo leyes cuya eficacia fue probada para desincentivar el consumo de productos azucarados mediante impuestos y un mejor etiquetado de los alimentos. Por otro lado, un número cada vez mayor de donantes y socios a nivel mundial —Bloomberg Philantropies, los gobiernos holandés y noruego, Beko y Novo Nordisk, por nombrar algunos— están entrando en esta área de juego, presentando las prácticas de alimentación poco saludables y la obesidad como una barrera al desarrollo sostenible.

El camino a seguir

Recordemos de qué se trata este asunto. Debemos proporcionar a los padres y a los niños y las niñas el apoyo que necesitan y merecen para acceder a alimentos nutritivos, ser activos y crecer de forma saludable. Los niños, niñas y jóvenes cuentan con nosotros.

Para lograrlo, UNICEF y sus socios deben trabajar aún más a fin de entender mejor qué medidas funcionan para prevenir la obesidad, y debemos ser enérgicos en la promoción de un cambio sistémico y redoblar nuestros esfuerzos para llevar a gran escala las soluciones que dan resultado.
 

UNICEF y Novo-Nordisk organizan conjuntamente una sesión de afiliados en Davos 2020 sobre el sobrepeso y la obesidad infantil.
 

Este artículo forma parte de la Reunión Anual del Foro Económico Mundial.