Un ex niño migrante tiene que resolver aún las heridas emocionales
Los niños migrantes y refugiados se enfrentan a un círculo vicioso de adversidad y peligro

EL PROGRESO, HONDURAS – Eric, de 18 años, su hermana pequeña y su madre intentaron llegar a los Estados Unidos desde Honduras hace nueve años.
“Mi madre estaba desesperada porque no encontraba trabajo”, dice. “Estaba buscando formas de poder alimentarnos. Estaba desesperada. Decidió que nos marcháramos juntos a los Estados Unidos para poder tener una educación y una vida mejor: para darnos lo mejor”, añade.
Salieron de Honduras y viajaron en autobús durante horas atravesando Guatemala, hasta que por fin llegaron a México. Después, todo cambió. “En un corte de carretera de la policía, un oficial que llevaba una pistola me sacó del vehículo”, dice Eric. “Lo primero que dijo fue: ‘niño, baja del autobús, por favor’. Yo me bajé. Me trataron como a un delincuente. Trataron a un niño de nueve años como a un delincuente, apuntándome la cabeza con una pistola. Yo temblaba de miedo”.

A continuación, Eric escuchó al oficial decir por teléfono que la mujer a la que había detenido tenía la piel más oscura que los niños que la acompañaban. “No debería haber ningún problema, porque no se parecen… Así que ven cuanto antes y te los llevas”, dijo el oficial.
“Fue en ese momento cuando más miedo pasamos, porque el hombre quería vendernos”, dice Eric. “Pero llegó otro oficial y nos llevó a una prisión llena de madres con sus hijos. Cuatro meses después, nos deportaron a Honduras sin dinero en el bolsillo. No teníamos casa. Lo habíamos vendido todo. Nos quedamos en casa de nuestro tío, uno de los hermanos de mi madre, y luego mi madre decidió marcharse otra vez para ganar dinero. Yo me quedé al cuidado de mi hermana”.
Eric recuerda que su madre le dijo: “Eres solo un niño, pero no tienes la mentalidad de un niño. Tienes la mentalidad de un adulto por todo lo que has vivido”.

Todo ese sufrimiento sigue presente
“Tuve problemas psicológicos a causa de la angustia que había sufrido. No era un niño como los demás, que jugaban y estaban relajados y felices. Yo era diferente por esos problemas. Me mostraba distante porque, desde muy joven, siempre había estado pensando en cómo ayudar a mi madre. Dejar el país fue lo que más marcó mi vida. Esos problemas me convirtieron en un niño solitario porque tenía que pensar como un adulto”