La violencia no educa

¿En qué consiste la violencia hacia niños, niñas y adolescentes en la crianza, y de qué manera puede hacerse presente?

UNICEF Uruguay
Un adolescente está sentado en un rincón en un ambiente oscuro.
UNICEF/Uruguay/2012/La Rosa
29 Junio 2020​

Criar niños, niñas y adolescentes da mucho trabajo. Educarlos para que se autocontrolen y comporten adecuadamente es una parte importante de la crianza en todas las culturas. Las madres, los padres y cuidadores guiamos a niños, niñas y adolescentes para que aprendan a distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, y sepan cómo manejar sus emociones y conflictos, de manera de favorecer la responsabilidad y el respeto de las normas sociales y culturales. Al poner límites buscamos fundamentalmente que niños, niñas y adolescentes dejen de hacer o aprendan a hacer algo. Nos esforzamos por educarlos, porque queremos lo mejor para ellos. La hora de dormir, la hora del baño, las comidas, las tareas escolares y liceales, las salidas u otras actividades son las que suelen aumentar la tensión cuando ocurren de una forma distinta a la que esperamos madres, padres y cuidadores. A pesar de las buenas intenciones, esta tensión puede ir en aumento y presentarse con la siguiente secuencia: hablar-convencer-discutir-gritar-golpear.

En muchos casos no es una decisión meditada, sino la consecuencia de la frustración o del enfado de los adultos. Al llegar a la última etapa de esta secuencia, el clima emocional es de desborde, todo parece ser una batalla y no se identifican alternativas para relacionarse sin violencia con los niños, niñas y adolescentes.

Los niños y las niñas pueden sufrir distintas formas de maltrato, pero cuando se trata de criar y poner límites las dos formas que aparecen son el maltrato psicológico o físico.

Nuestro contexto cultural suele validar el hecho de pegar o insultar a los niños, niñas y adolescentes como parte del modelo de crianza. Expresiones como “una buena paliza a tiempo previene un mal mayor”, “te pego por tu propio bien”, “a mí me lo hicieron de chico y crecí bien” o “la letra con sangre entra” señalan la naturalización del maltrato y las humillaciones como forma de relacionarse, al tiempo que desconocen las consecuencias físicas, psicológicas y sociales de la violencia en la vida de las personas. De esta manera, la violencia se normaliza y se coloca en un lugar invisible.

Cambiar estas prácticas implica un gran desafío y un cambio cultural profundo, que debe iniciarse al interior de cada persona y de cada familia.

» El maltrato psicológico es cualquier actitud que provoque en el niño o la niña sentimientos de descalificación o humillación, incluye la agresión verbal, amenazas, intimidación, denigración, ridiculización, hacer sentir culpa, o manipulación para controlar a los niños, niñas y adolescentes.

» El maltrato físico, también conocido como castigo corporal, se refiere a cualquier castigo que incluya el uso de la fuerza física con la intención de causar cierto grado de dolor o malestar, por leve que sea; por ejemplo, pegar a los niños, ya sea con la mano o con algún objeto.

En general, este tipo de acciones parecen ser efectivas inmediatamente: el niño o la niña deja de hacer lo que estaba haciendo o cumple con el mandato de los adultos, al recibir una palmada o un insulto. Pero el motor de esta respuesta es el temor o el terror a recibir este tipo de tratos por parte de sus seres más queridos.

Los niños, niñas y adolescentes no aprenden con un golpe o con insultos aquello que sus madres, padres y cuidadores quieren enseñarles. Tampoco les ayuda a desear portarse bien, ni les enseña la autodisciplina o conductas alternativas para resolver conflictos, sino todo lo contrario: los hace poco sensibles ante las experiencias violentas.

Los niños y niñas aprenden principalmente del ejemplo y si se les enseña que los conflictos pueden resolverse a golpes e insultos, probablemente reproduzcan estos patrones violentos de conducta en el futuro.