“Lo que más me gustaría ahora es tener casa, comida y ropa”.
John, de 13 años, tras sobrevivir al Huracán Eta

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PUERTO CABEZAS (NICARAGUA) / CIUDAD DE PANAMÁ – “Lo que más me gustaría ahora es tener casa, comida, ropa, eso me gustaría”, dice John Dell, de 13 años, mientras recorre los destrozos que quedaron en donde antes estuvo su hogar en el barrio El Muelle. El Huracán Eta no dejó una construcción en pie y dejó sin techo a decenas de familias como la de John, quien vio como su casa, su ropa y sus útiles escolares desaparecían de un momento a otro. Fueron cerca de cinco días continuos de lluvias y ráfagas de viento que superaron las 110 millas por hora.
Con el paso de las horas y la relativa calma del clima, las familias regresaron a sus hogares a lo largo de la costa de Puerto Cabezas. Mayadana Servantes, de 24 años, carga a su pequeña de apenas un mes y medio, mientras muestra una pila de tablas y láminas de zinc, que fue lo único que recuperó de su casa. Cimentadas sobre unos pilotes de madera de pino curado, las viviendas en esta zona del Caribe nicaragüense son edificadas para evitar las inundaciones de la temporada lluviosa, pero sus paredes de tablas y techos apenas clavados a la estructura no resistieron los vientos de Eta, que siempre giraron en el sentido contrario a las agujas del reloj.
“Lo que más me preocupa es qué le voy a dar de comer a mis niños, y dónde vamos a dormir, la gente nos da dónde dormir una noche, dos noches, ¿pero luego?”, explica Madayana. Sus hijos han quedado en el desamparo, sin siquiera ropa o sábanas.
Los vecinos le ayudaron a salir de su casa la tarde del martes, justo cuando las ráfagas de viento empezaban a desprender su techo.
Hasta este viernes, el Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de desastres (SINAPRED), reportaba cerca de 30 mil evacuados en toda el Caribe Norte y el norte de Nicaragua. Según los informes oficiales hay suficiente avituallamiento para asistir a los refugiados, pero los daños causados a la única ruta terrestre entre Puerto Cabezas y Managua, desde donde es distribuida la ayuda, parecen retrasar la llegada de los víveres a las familias.

Todos en el barrio El Muelle viven de la pesca. A pesar de la vulnerabilidad de la zona que habitan, no pueden ni quieren mudarse porque ahí han forjado sus tradiciones de generación en generación. Se trata de una comunidad multicultural y multiétnica: miskitos, creoles y mestizos. Aunque cada uno tiene su propia lengua, comparten el español. Las dietas también se han fusionado, pero todas tienen como base los tubérculos, mariscos y pescados.
Mayadana Servantes y sus hijos, de dos años y un mes y medio, también debieron buscar refugio. En la zona donde estuvo su casa apenas se puede caminar esquivando los filos de láminas de zinc, y hasta partes de estufas que el huracán arrastró. Pese a la dificultad, Mayadana avanza con su bebé en brazos, buscando recuperar lo que sea que pueda servir para un nuevo inicio. A esta madre de dos hijos, empieza a inquietarla la demora en la llegada de ayuda. “No tenemos agua para tomar, y si consigo algo de comida entre mis vecinos tampoco tengo condiciones para cocinar. Lo que me preocupa más ahora es que mi niña se me pueda enfermar, porque el huracán dañó letrinas y hay mucha contaminación y nosotros sin casa”, remarca.
Eta ha dejado un rastro de graves inundaciones y desplazamientos de tierras a través de su paso por Centroamérica. Nicaragua y Honduras han sido los países más afectados.
Pero Eta también ha causado daños en otros países de la región devastando la vida de más de 1 millón de niños según estimaciones de UNICEF basadas en informes oficiales.

UNICEF calcula que más de 100.000 personas, incluidos 40.000 niños, han sido evacuadas a refugios temporales en siete países afectados, incluyendo a Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.
Trabajando con las autoridades nacionales y los socios en los países afectados por Eta, los equipos de UNICEF en el terreno comenzaron a entregar suministros críticos para salvar vidas a las familias evacuadas, incluidos kits de higiene, tanques de agua, tabletas de desinfección, pruebas para el control de la calidad del agua y kits recreativos.
Las acciones de respuesta inmediata también incluyen el establecimiento de albergues temporales con espacios seguros para los niños desplazados, la prestación de servicios de emergencia de salud mental y apoyo psicosocial para niños y familias, y apoyo a las sobrevivientes de violencia de género para que accedan a los servicios básicos.