Nunca es tarde para aprender

En Machala, una nueva cohorte culminó el programa de apoyo educativo para adolescentes embarazadas y mamás que desarrolla UNICEF en Ecuador.

María Cristina Arboleda
Nunca es tarde para aprender
UNICEF/ECU/2023/Arcos
05 Septiembre 2023

Es el mediodía del último viernes de julio de 2023. Hay una pequeña fiesta en el aula del Colegio República del Ecuador, en Machala, donde 35 chicas han recibido clases durante cuatro meses. Ellas son parte de la segunda cohorte del Programa de inclusión educativa para adolescentes embarazadas y mamás, en esta ciudad portuaria de la costa ecuatoriana. Se trata de una iniciativa de UNICEF que busca a las jóvenes que han salido del sistema educativo y que viven en zonas de alta vulnerabilidad para motivarles a retomar su educación a través de soporte escolar, apoyo psicosocial y un espacio seguro donde sus bebés son cuidados mientras ellas estudian.

Este programa piloto se implementa en tres ciudades de Ecuador: Tulcán, Guayaquil y Machala, y ha beneficiado a 301 adolescentes, 31 de ellas de nacionalidad venezolana.

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Una de ellas es Kerly Cabrera, quien tiene 17 años y un hijo de 4 meses. El embarazo inició cuando cursaba el segundo año de bachillerato. Su parto no fue fácil, tuvo complicaciones, anemia, y por eso dejó de estudiar. Gracias al apoyo del programa de UNICEF pudo reintegrarse al colegio y en poco tiempo se graduará.  

“Lo que más me gustó es que siempre estaban con nosotras apoyándonos, incentivándonos a seguir estudiando”, cuenta Kerly. Sonriendo, habla del camino que piensa tomar: “Estoy estudiando contabilidad y en la universidad quisiera estudiar administración de empresas”. Sus sueños están ligados a una de sus aficiones, el dibujo. “Me imagino siendo una diseñadora gráfica y tener muchos viajes”, dice y piensa inmediatamente en el hijo que abraza a su pecho: “Quisiera lograr todo lo que quiero para mi hijo. Ser mamá ha sido una linda experiencia, porque mi vida ha sido un caos y ahora me siento bien”. 

En Ecuador, muchas jóvenes viven una situación similar a la de Kerly. Solo en 2021, cada día 108 adolescentes de 15 a 19 años de edad tuvieron un hijo o una hija. En el país, para las adolescentes mujeres, algunas de las principales razones para dejar de estudiar son el embarazo, la maternidad o tener que cuidar a sus hermanos menores.  

Eso le sucedió a Carla Troncoso, de 15 años. La joven vive en Machala con sus papás, sus hermanas y su bebé de 9 meses. Ella cuenta que después de que nació su hijo se quedó en casa los primeros tres meses. La idea de seguir estudiando se diluía en esos días de cuidar al bebé. Hasta que “llegó la profesora Lisseth a mi casa y me preguntó si quería volver a estudiar”, cuenta Carla, quien sueña con ser militar.  

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Recorrer los barrios y visitar las casas donde están las adolescentes que han abandonado sus estudios es clave. Alisson Saldaña, Técnica Local de Desarrollo y Autogestión (DyA), organización que implementa este programa de UNICEF en Machala, comenta que en coordinación con el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud Pública conocen quiénes están embarazadas o son madres y han dejado de estudiar. Entonces las contactan vía telefónica o hacen visitas domiciliarias. “Dejamos nuestras cosas aquí en la escuela y salimos con lo puesto, porque tenemos que ir a zonas peligrosas. Muchas veces hay desconfianza de las familias, porque les ofrecemos “el cielo”: volver a estudiar y cuidar a sus bebés. Pero aun así, a pesar de los obstáculos, lo vamos a intentar por las chicas”. 

El programa no solo permite que las jóvenes puedan nivelar sus conocimientos para poder reinsertarse en el sistema educativo, sino que además les brindan apoyo psicosocial. Este soporte emocional es fundamental para que puedan sobrellevar desafíos como combinar la maternidad con sus estudios, enfrentar las secuelas que dejó la pandemia en la economía de las familias o el estrés que genera la creciente inseguridad en la ciudad.  

“Lo que más me gustó es que te enseñan cómo salir adelante, que tienes que motivarte para seguir. Te enseñan cosas muy bonitas y te diviertes porque tienen carisma al enseñar”, opina Nahomy Cujilema, de 15 años. Ella llegó al festejo acompañada por su abuelita. Su abuela y su abuelo, que falleció durante la pandemia, son parte importante de su motivación.  

“Mis abuelos no pudieron estudiar. Mi mamá tampoco porque tenía 15 años cuando nací. En la pandemia tuvimos que pasar por momentos muy duros. Ellos eran comerciantes y no les permitían sacar sus productos a vender en la calle. No quiero volver a pasar por eso. Quiero estudiar y tener una profesión. Quiero ser enfermera”, dice Nahomy. “Quiero graduarme, trabajar, ayudar a pagar las deudas, me da desesperación ver sufrir a mi abuela”, dice la adolescente.  

El COVID-19 también cambió la vida de Mishelle Mansaba, de 19 años. “Soy de Lago Agrio, en la provincia de Sucumbíos, y durante la pandemia se cerró la escuela. En las clases virtuales no entendía nada. Se me hacía muy difícil. Entonces decidí dejar de estudiar”, cuenta Mishelle. El programa de apoyo para adolescentes embarazadas o madres le ayudó a retomar su educación.  

“Lo que más me gustó es que las profes son chéveres, se ponen en los zapatos de una y nos apoyan. También nos han dado cuadernos y útiles escolares para poder estudiar. Mi materia favorita es lengua y literatura. Me gustan las historias, escribir y meditar porque me da tranquilidad”, añade Mishelle. Ella ahora está cursando el primer año de bachillerato y sueña con seguir la universidad. “Me gustaría ser abogada para defender a las personas que más lo necesitan, para ser justa y ayudar a las madres solteras y a los niños”. 

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UNICEF/ECU/2023/Arboleda

Como parte del programa de UNICEF, la docente especializada en educación inicial Elisabeth Chamorro cuida a los niños en el aula que está junto al salón de clases y que ha sido adecuada con alfombras de esponja, juguetes, cunas y otros implementos. Allí los niños duermen, reciben estimulación temprana, juegan y están seguros mientras sus mamás estudian. “Cada vez que venía lo traía a mi bebé y la profe lo cuidaba. Pude estar cerca de él, saber si necesita algo”, dice Mishelle.  

Además de que las jóvenes podían estudiar tranquilamente, este espacio es importante para el desarrollo de los niños. Uno de ellos, por ejemplo, tenía cerca de 2 años y aún no podía caminar. Gracias al trabajo motriz, allí dio sus primeros pasos.  

Como parte del programa también hay una vinculación con los servicios del Ministerio de Salud Pública para que las adolescentes y los niños tengan los controles médicos necesarios. De esta manera se aseguran de que estén sus vacunas al día, reciban una nutrición adecuada y crezcan bien.  

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“Aquí mi bebé comía mejor y creció más”, dice Nahomy. “Mi hija no se queda con nadie, pero con la profesora se encariñó mucho, pasaba tranquila y comía todo con ella”, dice Kristhel Seminario, de 19 años. Ella dejó de estudiar por trabajar en una pizzería durante la pandemia. Ahora asiste al programa de apoyo educativo con su hija Valery, de 10 meses.  

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Las palabras de las jóvenes tienen coincidencias: el programa de inclusión educativa de UNICEF les brindó un espacio seguro. Aquí creyeron en ellas. Aquí ellas y sus hijos fueron cuidados. Aquí pudieron crecer. Aquí encontraron la paciencia, el cariño, la tranquilidad para poder aprender. Aquí tuvieron una puerta abierta para ellas y sus hijos. Aquí hallaron la posibilidad de desempolvar sus sueños, de proyectar sus vidas. Por eso es importante continuar con esta iniciativa que brinda oportunidades a quienes más lo necesitan.  

En la ceremonia de cierre del programa, las chicas recibieron un kit educativo. Han dado un importante paso para retomar el camino de su educación. “Hoy he podido conocer a las futuras enfermeras, veterinarias, abogadas, policías”, les dice María Fernanda Porras, Oficial de Educación de UNICEF en Ecuador. “Nunca se cansen de seguir aprendiendo. No se olviden a dónde quieren llegar y qué quieren hacer”. Las chicas escuchan con atención, mientras algunas de ellas sostienen a sus hijos en sus brazos. Junto a ellos, invisibles, en su regazo también están sus sueños.  

Esta iniciativa de UNICEF, implementada por DyA, se desarrolla en zonas vulnerables de Guayaquil, Tulcán y Machala, en el marco del Programa Multianual de Resiliencia para la Inclusión Educativa (MYRP por sus siglas en inglés), que es posible gracias al financiamiento del fondo global Education Cannot Wait (ECW) y la Embajada de Canadá.