Caminos para la resiliencia
UNICEF Cuba con la contribución de la Agencia Europea de Ayuda Humanitaria (ECHO), trabaja para apoyar a las comunidades expuestas a multirriesgos

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En el patio de la escuela de enseñanza especial Celia Sánchez Manduley, una decena de estudiantes atienden sin que se les escape ni una sola palabra de la maestra Marien Pollo Morel. Sus clases prácticas les resultan muy atractivas porque la docente utiliza el entorno natural y láminas con pictogramas para que sus muchachos aprendan mejor.
Ella señala en el mapa, marcados con colores rojo y amarillo, los diferentes riesgos que existen en la comunidad, donde está ubicada la escuela.
“Tenemos muy cerca al río El Uvero. Cuando hay intensas lluvias, puede desbordarse. En una ocasión salió de su cauce y ocupó toda la zona del poblado hasta el policlínico (centro comunitario de salud) —les dice—. También tenemos en las proximidades de la escuela la línea general de electricidad. Si ocurre un cortocircuito, este tendido eléctrico puede sufrir daños y producirse un incendio. Debemos tener en cuenta que muy cerca tenemos árboles de pino y mango, que tienen más de seis metros y pueden caer, si ocurren fuertes vientos a causa de un ciclón tropical”.
A lo lejos se ven las montañas, orgullo de los lugareños por los recursos naturales que acoge, pero también por la cantidad de leyendas e historias reales que cuentan las personas más ancianas de la comunidad. Sin embargo, de esas montañas también nacen riesgos, sobre todo los deslaves, que pueden ocasionar accidentes en épocas de lluvias, cuando las piedras que se desprenden suelen ser mayores.
La maestra Marien Pollo Morel comprende que tiene una misión compleja y hermosa, pues tiene que apoyarse en un lenguaje claro y en imágenes amigables para que sus estudiantes con discapacidad intelectual y trastornos del espectro de autismo aprendan mejor.

La vida en la escuela especial Celia Sánchez Manduley es apacible, con horarios regulares que permiten la organización del programa educativo, así como la recreación y el descanso. Las y los estudiantes permanecen en la institución en un sistema interno en el cual la escuela es su casa, la mayor parte del año.
Allí tienen espacio para el aprendizaje de los contenidos educativos propios de cada nivel escolar, y para momentos de juegos y socialización. Además, por estar ubicada en la comunidad de El Uvero, en el municipio santiaguero de Guamá, la escuela también prioriza la formación de conocimientos sobre los multirriesgos de desastres y cómo prestar los primeros auxilios.
La provincia de Santiago de Cuba está ubicada muy cerca de la falla Oriente, que limita las fronteras de las placas tectónicas de Norteamérica y la del Caribe. Por esa razón, los sismos perceptibles o temblores de tierra, como les llaman los pobladores de la comunidad, no son cosa rara. Es un hecho del cual se habla tanto como de los huracanes. En 2022, solo en la zona Santiago-Baconao se registraron 1 468 sismos, por lo cual aparece como la de mayor número de movimientos sísmicos del país.
Bien lo sabe la directora de la escuela, Damary Miranda Rivera, quien se siente mucho más segura a la hora de hablar de estos temas, gracias a las capacitaciones, materiales educativos y recursos recibidos por parte del Ministerio de Educación, con el apoyo de UNICEF en Cuba y la contribución de la Agencia Europea de Ayuda Humanitaria (ECHO).
Miranda Rivera subraya que “la principal misión de la institución es preparar al estudiantado para la vida. Darles conocimientos sobre cómo reducir los riesgos de desastres y lograr que algún día ellos puedan actuar ante estos con serenidad y ser resilientes”.
“Los estudiantes participan en el proyecto con mucha motivación —dice la directora—. Tratamos de que las actividades se hagan de forma práctica para que nuestros educandos con discapacidad intelectual puedan aprovecharlas, pues ellos aprenden mucho a través de lo que ven. Por eso, elaboramos pancartas, medios de enseñanza y el mapa de multirriesgo, además de emplear los materiales amigables elaborados por el proyecto. De igual forma, los conocimientos que recibimos sobre estos temas nos permiten contribuir a la preparación de las familias y estar alertas”.

Debajo de una mata de mango están reunidos una decena de estudiantes de los niveles de primaria y secundaria de la escuela especial Celia Sánchez Manduley. Se miran y sonríen cuando se dan cuenta de que la cámara fotográfica los retrata. Después, cuando la maestra hace un gesto indicativo de que la clase del círculo de interés va a comenzar, todos permanecen quietos, a la espera.
Marien Pollo les pide que miren a su alrededor y piensen por dónde transitan a diario dentro de la institución educativa.
—¿Reconocen algunos multirriesgos que existen en nuestra escuela? —les pregunta.
Los muchachos recorren con su mirada el patio, las aulas, la zona de los dormitorios y un coro afirmativo anima a la docente, que les lanza otra pregunta, envuelta en una posible situación:
—Si ustedes estuvieran en sus dormitorios y de pronto ocurriera un sismo, ¿qué tienen que mantener?
—¡La distancia! —suelta casi sin pensar una de las niñas más pequeñas. Los demás se miran algo confundidos y la maestra vuelve a insistir:
—¿Qué tienen que mantener? La disciplina y…
—La disciplina y la calma —contesta Sadianni, otra niña de primaria.
—Muy bien. ¿Y para qué?
—Porque mientras bajamos las escaleras, si estamos nerviosos, nos podemos caer —explica la estudiante.
—Para evitar los accidentes —completa otra alumna.
—Cuando toco el timbre con intensidad, ¿qué les estoy avisando? —pregunta otra vez la docente.
—Que hay un sismo —suelta un muchacho delgado y alto, después de levantar la mano.
—¿Y hacia dónde deben salir?
—Hacia el parque y la plaza —coinciden todos.
—Lejos de los árboles, los cables eléctricos y donde estén protegidos de los derrumbes o caídas de alguna construcción —añade la maestra, muy despacio, para que todos comprendan bien la importancia de lo que les explica.
—Y estar tranquilos, maestra, hasta que nos avisen que el peligro ha pasado —vuelven a corear todos, orgullosos de que lo han aprendido bien.