El desafío de migrar en tiempos de pandemia
UNICEF, en conjunto con la Organización Internacional para las Migraciones y la ONG Idas y Vueltas apoya a familias migrantes durante la crisis sanitaria ocasionada por la pandemia de COVID-19.

“Hay un pequeño país en el sur de América Latina donde es sencillo conseguir la residencia y la vida es tranquila”. Con esa información, Ramón y su esposa Niurka no lo dudaron, armaron sus valijas y emprendieron camino hacia Uruguay. Convencieron a César —el hijo de Niurka— y Rosalí, su pareja, para buscar nuevas oportunidades juntos. Viajaron desde Cuba hasta Brasil por avión y luego cruzaron la frontera para instalarse en la ciudad de Rivera a mediados de 2019. A los pocos días obtuvieron los papeles, pero conseguir trabajo formal no era fácil. Lejos de casa y sin un ingreso fijo, recibieron una noticia que les llenó el corazón, pero que también los inquietó: Rosalí y César iban a ser padres. Con la esperanza de encontrar mayor oferta laboral y brindarle un mejor futuro al niño, se mudaron a Montevideo. En marzo, unos días después de haber llegado a la capital, sus sueños fueron interrumpidos por la pandemia de COVID-19. La búsqueda laboral fue intensa, pero los meses pasaron y las ofertas no aparecieron.
Según cifras oficiales en los últimos cinco años más de 50.000 extranjeros consiguieron su residencia en Uruguay.1 A comienzos de 2019, un cuarto de las cédulas emitidas por la Dirección Nacional de Identificación Civil fue para cubanos y venezolanos. Pese a la política migratoria de puertas abiertas, son muchos los desafíos que enfrentan los migrantes en Uruguay. “Es un país que recibe muy bien a la población migrante, pueden acceder en plazos razonables a la documentación y los niños, a las políticas de educación y de salud. Sin embargo, siempre son población vulnerable porque tienen dificultades, especialmente las familias que tienen niños, para sostener una red de cuidados, principalmente cuando los niños son muy chiquitos y no hay dónde dejarlos. Además, tienen muchas dificultades para acceder a la vivienda. Es uno de los nudos críticos, porque hay problemas para acceder a garantías. Estas normalmente se dan con una constancia de trabajo. Entonces, siempre son una población con dificultades de acceso a la vivienda y a la estabilidad económica”, describe Lucía Vernazza, Oficial de Protección de la Niñez de UNICEF Uruguay.
Estos desafíos se incrementaron aún más en época de COVID. En marzo, luego del anuncio de los primeros casos de COVID-19 en el país, la Organización Internacional para las Migraciones y la ONG Idas y Vueltas experimentaron un aumento en la demanda de familias migrantes con pedidos de apoyo de alimentación y vivienda.2 Asimismo, a partir del cierre de fronteras por la pandemia, el ingreso de personas al país se vio reducido. Sin embargo, las solicitudes de ingreso por razones humanitarias (condición de refugio y reunificación familiar) se han mantenido, respetando la excepción de garantizar el derecho a la protección y a la solicitud de refugio que establece el decreto. Según datos de la Comisión de Refugiados (CORE), desde el cierre de fronteras hasta el 30 de junio, se registraron 144 solicitudes de ingreso al país por razones humanitarias.
En este contexto, UNICEF decidió tomar medidas inmediatas para ayudar a las familias extranjeras más necesitadas. Para atender a esta población, generó una alianza con la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y la ONG Idas y Vueltas, que ya estaban trabajando con esta población. Para el trabajo conjunto se plantearon tres líneas de acción urgentes con especial foco en niños, niñas y adolescentes. La primera consistió en ofrecer un apoyo económico para asegurar la vivienda a quienes recién llegan al país o para respaldar a aquellos que por pérdida de trabajo no pueden mantener sus alquileres. En segundo lugar, se entregaron kits de higiene, camas, practicunas, insumos para bebés recién nacidos, calefones y juegos. Por último, se desarrolló un plan de trabajo para la contención psicosocial de las familias con niños a cargo.


La familia de Ramón y Niurka recibió camas para adultos, insumos de higiene y alimentos para poder sobrellevar la cuarentena. Pero, además, UNICEF apoyó a Rosalí y César con una practicuna, su respectivo colchón, una colcha, insumos para su higiene y ropa de recién nacido para recibir a su bebé.

“Es importantísima la cuna porque es donde va a dormir mi hijo, y al no tener trabajo, no tener empleo, se complicaba mucho. Yo sufría porque decía, ¿dónde voy a acostar a mi hijo? Pero gracias a ellos que me dieron todo para mi bebé”
La situación que viven César y Rosalí es similar a la que viven otras familias migrantes, como la de Carmen, Luis y su hija Clarissa. Esta pareja llegó desde Venezuela a Uruguay en febrero de 2020. A pesar de obtener la documentación rápidamente, la pandemia les dificultó las posibilidades de inserción laboral, por lo que aceptaron el apoyo de parte de UNICEF, OIM e Idas y Vueltas. Como resultado pudieron alquilar una vivienda, y recibieron varios insumos básicos para el hogar. “Ellos evaluaron nuestra situación, que éramos dos personas con una niña, que no teníamos para pagar el alquiler, que no teníamos comida. Entonces, nos dijeron que nos podían dar apoyo por algunos meses, tanto del alquiler como de la comida. No es que uno está pidiendo dinero, ellos te están tendiendo la mano y nos buscaron a nosotros para ayudarnos”, explica Carmen.
Esta familia también recibe desde hace varios meses apoyo de una psicóloga especializada en infancia que UNICEF incorporó al trabajo que las otras organizaciones ya venían realizando con las familias migrantes. Para eso se acondicionó un espacio en las instalaciones de OIM, con materiales y recursos didácticos que permiten establecer un diálogo con los niños en su propio lenguaje, que es a través del juego.
“Es un espacio bonito, acogedor, tanto por las instalaciones como por las personas que aquí te reciben. La sala de juegos para mi niña que le encanta, ella puede pintar, para ella esto es Disneylandia”

Cuando sus familias migran, los niños y adolescentes cargan con sus propias experiencias, dejan atrás su vida, sus amigos, su escuela y tienen que reconstruir sus vidas en un nuevo lugar. Reinsertarse en otra realidad también es un desafío para ellos, y pasar por este proceso con éxito depende en gran medida de cómo los recibe el país de acogida. Lucía Vernazza enfatiza además que, entre tantas complejidades que enfrentan las familias migrantes, algunas necesidades de los niños muchas veces quedan invisibilizadas: “las familias que llegan están preocupadas por cuestiones básicas: conseguir un trabajo, una vivienda o una escuela, y muchas veces no pueden acompañar estos procesos de adaptación y los niños y adolescentes los transitan en silencio”, explicó.
Durante estos meses UNICEF concentró sus esfuerzos en responder a las necesidades esenciales de estas familias. Sin embargo, en el mediano plazo, “tenemos que hacer un trabajo con las organizaciones que están insertas en Uruguay y con el Estado para resolver algunos de los nudos que tienen estas familias para insertarse plenamente en la sociedad. Hay una agenda que construir en ese sentido”, concluye la especialista en protección de UNICEF en Uruguay.