El poder de la comunidad: los voluntarios vigilan la vacunación de los niños
María Ortencia Catucuago es parte de los 500 voluntarios que ayudan a promover la salud de las familias en comunidades de Ecuador.
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Después de una mañana de trabajar en su granja y entregar leche, María Ortencia Catucuago cambia de atuendo: se pone un chaleco y una mochila y comienza sus recorridos diarios por las casas de su comunidad. Ella es una de las voluntarias de la estrategia de vigilancia comunitaria en salud en Ecuador.
“Me apasiona ayudar a los demás”, dice María Ortencia. “Durante muchos años, he estado involucrada en actividades comunitarias que promueven el bienestar y la salud de las familias”.
Ella se preocupa por la comunidad de Turucucho, que se encuentra en el cantón de Cayambe en la sierra de Ecuador. María Ortencia forma parte de un grupo líderes comunitarios que colaboran como voluntarios para velar por la salud y el bienestar de los niños menores de 5 años y las mujeres embarazadas.
Esta vez María Ortencia inicia sus rondas como voluntaria en la casa de Fernanda Valdivieso y su hija Aysel Yáñez, de 2 años. Aysel nació prematura y tuvo desnutrición crónica. Además, recientemente la niña no recibió la vacuna de refuerzo contra la difteria, el tétanos y la tos ferina (DTP), así como el chequeo de su peso y altura.
“Una de mis responsabilidades es informar a los colegas del centro de salud para que puedan responder rápidamente”, explica María Ortencia. “Llamé al personal de salud, luego vinieron y le dieron la vacuna que le faltaba”.
Para Fernanda y su hija, la visita de María Ortencia fue un recordatorio fundamental: “La próxima vez no olvidaré su chequeo”, dice la madre.
El trabajo voluntario de María Ortencia es parte de una estrategia de vigilancia comunitaria de la salud en 137 comunidades de pueblos y nacionalidades indígenas en las provincias de Imbabura y Pichincha y en el sector Monte Sinaí en Guayaquil, la ciudad más grande de Ecuador.
Desarrollada en coordinación con el Ministerio de Salud Pública y UNICEF, la estrategia de vigilancia comunitaria de la salud se implementó en 2020 para empoderar e involucrar a las comunidades en la prevención del COVID-19. Dado que fue eficaz durante la pandemia, la estrategia se amplió para fomentar la vacunación infantil de rutina y realizar un seguimiento de la salud de las mujeres embarazadas y los niños menores de 5 años.
Uno de los objetivos de la estrategia de vigilancia comunitaria de la salud es combatir la desnutrición crónica, que afecta a 4 de cada 10 niños indígenas menores de 2 años. Las vacunas, incluidas la del neumococo y el rotavirus, son esenciales en el esfuerzo de frenar la desnutrición.
Sin embargo, en 2020 y 2021, la falta de vacunas y la baja asistencia a los centros de salud provocaron una caída en la cobertura. En 2021, las tasas de vacunación completa contra rotavirus en Ecuador fueron del 60,5 por ciento y del 62,2 por ciento para la vacunación contra el neumococo.
Ahora que la escasez de vacunas ha terminado, el Ministerio de Salud tiene como objetivo lograr una cobertura superior al 95 por ciento. La estrategia de vigilancia comunitaria ha permitido que los voluntarios alerten al personal de salud pública cuando hay dificultades con los servicios, comenta Pacha Cabascango, coordinadora técnica del programa de Vigilancia Epidemiológica Comunitaria de la Sociedad Ecuatoriana de Salud Pública.
Los voluntarios como María Ortencia trabajan con un promedio de 25 familias en sus comunidades. El grupo de aproximadamente 500 voluntarios ha llegado a 8.200 niños menores de 5 años desde que comenzó el programa en 2020, y es uno de los modelos de alcance comunitario más exitosos del país, agrega la coordinadora.
“A través de su trabajo hemos visto que las familias, especialmente las nuevas generaciones, tienen menos resistencia a la vacunación y reconocen su importancia en la salud y el desarrollo de los niños”, afirma.
María Ortencia fue invitada a convertirse en voluntaria de salud comunitaria en una reunión de su comunidad en 2020.
Después de un largo día de visitas, llamadas y conversaciones con vecinos de la comunidad, ella regresa a su finca. El trabajo de ayudar a Aysel a hacerse un chequeo y a recibir la vacuna que le faltaba le da un gran sentido de propósito, asegura.
“Quiero que todos los niños de mi comunidad crezcan sanos, felices y con las mismas oportunidades”, dice María Ortencia.