Gestionar los efectos a largo plazo de la pandemia sobre la salud mental de tu hijo
Consejos de una psicóloga para que puedas apoyar a tu hijo

Nota: Este artículo fue publicado en mayo de 2022.
Puntos clave
- La pandemia ha impedido a los niños desarrollarse de una manera normal.
- Debido a que han perdido la costumbre de practicar sus aptitudes sociales, es posible que los padres y madres tengan que proporcionar a los niños más atención y más instrucciones explícitas que lo que era habitual hasta ahora.
- Sentirse molesto por la pandemia es una respuesta natural de los niños.
- Dos resultados clave de la pandemia a los que hay que prestar atención son los niños que se vuelven excesivamente prudentes y los que han sufrido retrasos en su progreso académico.
La pandemia de COVID-19 ha resultado ser especialmente difícil para los niños. En comparación con los adultos, la pandemia ha perjudicado sus vidas en una mayor medida, ya que no han podido acudir a la escuela en persona ni realizar sus actividades favoritas con los amigos, una situación que puede resultar desastrosa. A medida que el mundo comienza a superar la pandemia de COVID-19, muchos adultos y niños por igual tendrán dificultades para dejar atrás el miedo y la incertidumbre.
Hemos hablado con la Dra. Lisa Damour, psicóloga experta en adolescentes, autora de libros de éxito, colaboradora habitual del New York Times y madre de dos hijos, sobre la mejor manera de apoyar y guiar a tu hijo mientras se abre paso en la vida más allá de la pandemia de COVID-19.
¿De qué manera ha influido la pandemia en el desarrollo de los niños?
De manera general, los niños y niñas no han podido disfrutar durante la pandemia de las oportunidades necesarias para poder desarrollarse de manera normal. Gran parte de los factores que contribuyen a que los jóvenes se desarrollen y aprendan dependen de la posibilidad de disfrutar de la compañía de una amplia gama de adultos que se preocupan por ellos, de pasar tiempo con sus compañeros y de participar en experiencias nuevas e interesantes.
Independientemente de lo que hayan podido perderse personalmente como consecuencia de la pandemia, los niños y adolescentes no han tenido la posibilidad de aprovechar esas oportunidades. Sus vidas han tenido que transcurrir dentro de los límites de sus hogares. Y aunque eso les haya mantenido a salvo de la COVID-19, les ha privado también sin duda de la variedad y la complejidad que ofrece la vida, y que es una parte necesaria y saludable del desarrollo.
¿Cómo ha afectado la pandemia a las aptitudes sociales de los niños?
En cuanto a las aptitudes sociales, los niños no tienen demasiada práctica. Una parte importante en el proceso de aprender a llevarse bien con los demás es pasar tiempo con la gente, haciendo amigos, y también estando con gente con la que no necesariamente preferirían estar. Con la práctica, los niños y los adultos mejoran en todos esos aspectos. No hay duda de que estamos viendo signos de retraso en el desarrollo de las aptitudes sociales de algunos niños. Es normal que ocurra, y también es un problema que podemos tratar.
Lo más importante que puedes hacer es explicar de manera explícita a los niños cómo quieres que gestionen los desafíos que se les presentan. Por ejemplo, si un niño le quita un juguete a otro, puedes decirle: “Por supuesto que quieres el juguete. Pero esto es lo que tienes que hacer: tienes que decir: ‘¿puedo jugar yo con el juguete cuando tú termines con él?’”. No te frustres con los niños por que no sepan en todo momento cuáles son las formas de interacción adecuadas para su desarrollo. No hay que esperar que se den cuenta por sí solos. Es posible que tengamos que proporcionar a los niños más atención y más instrucciones explícitas de lo que era habitual hasta ahora.
Cuando los niños lloran por todo lo que no han podido hacer, están teniendo el sentimiento adecuado en el momento adecuado.
¿Cuáles han sido las repercusiones de la pandemia sobre la salud mental de los niños?
Sin duda, la pandemia ha provocado una enorme angustia entre los niños y sus familias. Los niños están muy tristes, muy ansiosos o incluso muy enfadados por todo lo que les está pasando. Lo que probablemente veamos a corto plazo es un aumento de la fragilidad emocional de los niños con respecto a lo que debería ser lo habitual. Podemos ayudar a los niños en este aspecto siendo pacientes con ellos, ayudándoles a transformar sus sentimientos en palabras o incluso a encontrar otras formas de expresarse, como por ejemplo el arte, y ofreciéndoles consuelo y empatía.
En cuanto a la salud mental, creo que una de las mejores cosas que podemos hacer es no confundir el hecho de estar angustiado con tener un problema de salud mental. La pandemia causó angustia a todo el mundo y, de hecho, sentirse molesto por la pandemia y por las situaciones que se derivaron de ella es una respuesta natural. Solo nos preocupamos de la posibilidad de que exista un problema de salud mental cuando el niño es incapaz de gestionar esos sentimientos con la capacidad de adaptación necesaria como para sentirse mejor y evitar que le haga daño.
Así que cuando los niños lloran por todo lo que se han perdido, están teniendo el sentimiento adecuado en el momento adecuado. Gestionan sus sentimientos de manera eficaz cuando los expresan a través de las lágrimas, y, con suerte, cuando reciben el consuelo de unos adultos cariñosos. Sin embargo, si un niño está triste por todo lo que ha sucedido y no es capaz de encontrar la forma de sentirse mejor por sí mismo, o está haciendo cosas perjudiciales para los demás o para sí mismo, o está tan triste que la tristeza comienza a interferir con su capacidad de disfrutar de cualquier cosa o sentir esperanza, entonces deberíamos tratar esta situación como un problema de salud mental y asegurarnos de que ese niño reciba el apoyo necesario.
¿Qué puedes hacer si te preocupa la reacción de tu hijo ante los sentimientos difíciles?
Creo que lo primero que se debe hacer es validar su sensación de sufrimiento: “Tus sentimientos son muy válidos. Estás teniendo el sentimiento adecuado en el momento adecuado. Este ha sido un periodo increíblemente difícil históricamente, y tú lo has tenido que vivir”.
El segundo paso es distinguir si el sentimiento es el problema o si el problema es la actitud del niño a la hora de expresar su sentimiento. Puedes decir: “Por supuesto que estás molesto, pero la forma en que nos expresas cómo te sientes –ya sea siendo antipático con todos los que te rodean o siendo incapaz de levantarte de la cama– te está fastidiando a ti mismo o está perjudicando a los demás, y tenemos que buscar ayuda para que puedas encontrar una forma aceptable de aliviar este sentimiento”.
Los niños han tenido que evitar muchas cosas en nombre de la salud física. Pero es importante que empiecen a retomar las actividades normales de la infancia y de la adolescencia en nombre de la salud mental, una vez que sea seguro volver al mundo.
¿Hay efectos a largo plazo en la salud mental de los niños como consecuencia de esta pandemia? ¿Qué pueden hacer los progenitores para mitigarlos?
Creo que lo que queremos evitar es que los niños se vuelvan extremadamente prudentes como resultado de la pandemia. Sus vidas han estado muy limitadas por la pandemia y no me gustaría que los niños siguieran llevando vidas muy limitadas cuando eso ya no sea necesario, porque les privará de toda una gama de actividades que pueden servirles para prosperar y florecer.
El otro problema que queremos vigilar es el de los niños que han sufrido pérdidas académicas. Es necesario abordar este problema y recuperar el aprendizaje perdido. Me temo que algunos niños hayan abandonado la escuela por completo y que necesiten recibir apoyo académico, social y emocional para volver a encarrilar su aprendizaje a un ritmo razonable.
La forma de prevenir estos problemas es, en primer lugar, seguir alentando a los niños a que se abran al mundo cuando sea seguro. Si se sienten muy nerviosos por volver al mundo, podemos recordarles que no tienen que hacerlo todo de golpe. Pueden dar pequeños pasos. Queremos recordar que, con el tiempo, evitar el mundo incrementa la ansiedad. Los niños han tenido que evitar muchas cosas en nombre de la salud física. Pero es importante que empiecen a retomar las actividades normales de la infancia y de la adolescencia en nombre de la salud mental, una vez que sea seguro volver al mundo.
En cuanto a los retos académicos, hay mucho trabajo por hacer para entender lo que cada niño consiguió o dejó de conseguir en la escuela, porque la gama del aprendizaje –incluso en una sola aula– es muy amplia. Muchos niños lo pasaron realmente mal durante la pandemia en lo relativo al aprendizaje, incluso los que tuvieron un buen acceso a los estudios en línea, algo de lo que muchos carecieron. Así que el trabajo que queda por hacer es discernir lo que los niños aprendieron y lo que no, y encontrar la mejor manera de resolver las lagunas para que la pérdida de contenidos durante la pandemia no perjudique su educación en el futuro.
¿Cómo pueden los progenitores encontrar apoyo si se sienten ansiosos por dejar que sus hijos se abran al mundo?
Creo que debemos reconocer que la pandemia también ha afectado el desarrollo de los progenitores. En condiciones normales, nuestros hijos se abren al mundo de forma gradual. Para los padres y madres, ese proceso gradual nos hace sentirnos más cómodos a la hora de animar a nuestros hijos a que ejerzan su independencia. Una cosa con la que creo que muchos padres están luchando ahora es que han tenido a sus hijos y adolescentes muy cerca de ellos en casa durante unos años. Así que no es fácil, como padre o madre, pasar de tener a tu hijo muy cerca de casa a ayudarle a obtener el tipo de independencia que podría resultar apropiado ahora para su edad. Animaría a los padres a ayudar a sus hijos a abrirse al mundo, pero también a recibir apoyo ellos mismos porque les va a resultar muy duro ver a sus hijos abandonar el hogar.
Una cosa que puede ayudar es hablar con padres y madres que criaron a niños de la misma edad que tu hijo antes de la pandemia. Esos padres y madres te pueden tranquilizar sobre lo que es posible esperar que hagan los niños de 10, 13 y 16 años cuando actúan de forma independiente. Porque cuando los progenitores tienen la seguridad de que sus hijos pueden arreglárselas por su cuenta de forma independiente, los niños perciben que confían en ellos y que pueden hacer muchas cosas por sí mismos sin contar con los adultos.
Entrevista y artículo de Mandy Rich, redactora de contenidos digitales, UNICEF