Daniela y sus alas multicolores para volar
Daniela es máster en Educación Especial y participa activamente en un proyecto de educación inclusiva de UNICEF Cuba y el Ministerio de Educación

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“¿Quién dice que el mundo es en blanco y negro? ¿Quién dice que las personas son buenas o malas? El mundo está lleno de colores. Colores diferentes. Eso es lo que quiero mostrarle a mi hijo o hija cuando construya una familia. Quiero que sepa, como mismo le enseño a mis alumnos, que las personas con autismo podemos lograr muchas cosas, porque también estamos llenas de colores”.
Hablar con Daniela Llanes Olivera, es una inyección de energía, de alegría y ganas de comerse el mundo. Su condición la ha hecho ser más empática, perseverante y reflexiva, tanto con quienes la rodean, como con ella misma.
Su familia la apoya en todo lo que se propone y la ha acompañado de cerca, pero con independencia. Cuenta que su madre es quien más la anima a soltar sus alas, porque confía en su responsabilidad para elegir. Con su hermano mantiene una relación única, muy suya: de complicidad y respeto. El padre, sin embargo, espera que Dani sea su niña por siempre. “Pero él sabe que necesito más libertad, alas para poder volar y trazar mi propio camino”, dice y se ríe con picardía.
Desde una edad temprana Daniela fue diagnosticada con Trastorno del Espectro de Autismo (TEA) y compartió sus primeros años en un círculo infantil con niños y niñas con discapacidad intelectual. Asegura que ese acercamiento hizo que fuera más sociable y comunicativa.
Con el objetivo de desarrollar su lenguaje estuvo en educación especial hasta tercer grado. Después pasó a la enseñanza regular. Y justo en 12 grado, cuando oyó sobre autismo por primera vez, su vida comenzó a encausarse.
“Mi mamá estaba hablando por teléfono con alguien sobre autismo y que esta era mi verdadera condición. Fue una sorpresa porque nunca lo había oído. Entonces decidí que cuando terminara el pre iba a estudiar una carrera en la universidad para demostrar que yo sí podía. Quería Psicología, pero por las notas que obtuve en los exámenes de ingreso alcancé Psicopedagogía”.
Al iniciar esta carrera en la Universidad de Ciencia Pedagógicas, Enrique José Varona, pensó que solo impartiría clases y se desanimó. Luego comprendió que podía desempeñarse con niños y niñas de su condición y el enfoque cambió por completo.
“Me puse feliz cuando supe que trabajaría con niños con autismo y otros trastornos, y que podía apoyar a las familias para que los entendieran mejor, como hizo la mía conmigo. Entonces decidí que iba a entregar lo mejor de mí”.
“Pasé cinco años estudiando y preparando mi trabajo de diploma sobre un sistema de actividades para el desarrollo de las relaciones interpersonales en los niños y niñas con autismo. Lo continué en mi tesis de maestría, pero con la nueva propuesta de una estrategia educativa”.
Como parte del proyecto se fortalecen las capacidades de docentes con niños y niñas con autismo en la enseñanza regular, además de crear recursos accesibles con pictogramas. Para la sensibilización de comunidades, familias y actores claves, se desarrolla la campaña Pensar en colores, de la cual Daniela es imagen y voz.
Estar en la universidad fue todo un reto para Daniela. No solo por los contenidos o las evaluaciones, sino también por pertenecer a un grupo diverso.
“Fue complicado, pero pude familiarizarme con las personas que, aunque no fueran de mi condición, eran fiesteras, divertidas, chéveres. También tuve profesores de los que aprendí mucho. La profe Mirita, Odalys, el profesor Luis, Maritza Cobas... me aportaron conocimientos, sabiduría para comprender mejor todo lo que existe en la enseñanza especial, como en la general. Sobre todo, que la teoría y la práctica siempre van de la mano”.
Superar límites, aceptar metas y decir que sí antes que poner un NO como respuesta rápida, son características que definen a Daniela. Por eso la vemos delante de su grupo prescolar como una figura repleta de cariño. O en las redes sociales promocionando sus títeres de tela. O en una feria comunitaria explicando las maravillas de las manualidades y sus bondades para la concentración y la calma.
En su trabajo como Psicopedagoga en la Escuela Dora Alonso, ha encontrado la forma de hacer coincidir muchos intereses y pasiones. Mientras aprende sobre sí misma, fabrica material didáctico para niños y niñas con autismo, orienta a sus familias y se supera constantemente.
“Lo que más me gusta de mi trabajo es interactuar con los niños. Comprender qué les pasa, qué desean, qué quieren… Aunque los pequeños no hablan, se expresan de otra manera. Creo que siempre hay que hablarles en un lenguaje que comprendan. Con palabras completas y comprensibles, no todo en diminutivo…”
Lo más difícil, en tanto, confirma que es regularles la conducta.
“Eso no se hace de un día para otro. Lleva paciencia. Se le coge la vuelta cuando cada día vas trabajando en la condición del niño, de acuerdo a sus fortalezas y debilidades”, expresa.
Por eso, desde la carrera quiso investigar las relaciones interpersonales en niños y niñas con autismo, por lo que en su tesis de maestría incluyó una estrategia educativa para aplicar en la primera infancia.
La historia de Daniela es de poder, de independencia, de acompañamiento y muchas alas. No obstante, ella se vale de cada espacio para reforzarla con su mensaje de optimismo e inclusión. Por eso, acompaña a un proyecto de Educación inclusiva que realiza el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas, con el acompañamiento de UNICEF Cuba.

“Mi mensaje al mundo es que no sientan lástima por las personas con autismo. Dennos la oportunidad de demostrar nuestras capacidades, habilidades y talentos para contribuir a la sociedad. Los niños con autismo no son animalitos para amaestrar, sino personas, seres humanos con derecho a la vida, al estudio, al trabajo. Pueden saber más de lo que se piensa y son el ejemplo de que podemos lograr grandes metas”.