Mi escuela es mi lugar seguro
Jeiler y Leoni tienen discapacidad intelectual. Sus familias apostaron por la educación regular, donde sus maestras y sus compañeros hacen el espacio perfecto para crecer y a soñar.

Jeiler se para delante de toda el aula. Mira a los recién llegados de arriba abajo. Hace un gesto que parece que lo hundirá en un rincón o lo dejará vencer por la timidez. Pero pasa todo lo contrario. Respira agitadamente y espera la pregunta, ansioso por responder y recibir el elogio de maestras, compañeros y visitantes.
¿Qué es esto, Jeiler? -La bandera.
¿Qué tiene aquí? -La estrella solitaria.
¿Y la figura alrededor? -El triángulo rojo.
Diciendo esto corre a su puesto de trabajo a buscar la libreta donde dibujó la bandera y la muestra con orgullo. Es un niño alegre, sociable y vivaracho. Se deja querer con facilidad.

Mientras a su madre se le llenan los ojos de lágrimas por la emoción o por los nervios al hablar de su hijo y quizás no encontrar las palabras indicadas. Yenisleidy Medero eligió tener a su hijo Jeiler en esta escuela por la atención del claustro, la preocupación por su aprendizaje y las formas en que lo motivan a entregar el máximo de su potencial.
Jeiler se desliza por los pasillos persiguiendo un carro de juguete que, aunque no es suyo, ya le pertenece. Con él entre las manos va persiguiendo sueños. Sueños que seguramente realizará en el futuro.
“Esta es su hora de jugar con el carro. Cada día vengo a comprobar que hizo sus actividades y se lo presto un rato”, dice Olivia Manchado Valles, directora de la escuela.

“Buscamos proyectos extraescolares que les estimulen y les hagan sentir amor por la escuela. Están en el coro, en el fútbol, hacen trabajo socialmente útil… La idea es que se reconozcan como lo que son: personas muy valiosas”, comenta.
En Cuba más de 33 mil niños y niñas con discapacidad asisten a escuelas especiales. En centros de enseñanza regular, estudian alrededor de 11 mil, el 49,2% de esta cifra tiene discapacidad intelectual.
Olivia, la directora, tiene 27 años de trabajo y los últimos seis han sido en la modalidad de inclusión. Actualmente su centro posee una matrícula de 594 estudiantes y cuenta con dos alumnos con discapacidad intelectual. En su día a día se preocupa y ocupa de posibles situaciones de discriminación o acoso escolar; pero la educadora se siente orgullosa del ambiente amigable de su estudiantado, que siempre respeta la diversidad.
“Aquí los niños y las niñas de la escuela tienen una conducta amable entre ellos, y no podía ser diferente con Jeiler o con Leoni. Ambos son queridos y reconocidos”, advierte.
Leoni, el capitán del equipo de fútbol
Por los pasillos del centro se respira esa paz. Entonces entramos al aula de sexto grado, donde estudia Leoni, y se acaba la disciplina. Preguntamos qué es lo mejor que tiene, o por qué les gusta estudiar en su compañía, y todos responden a coro, a viva voz: “Ayuda a todo el mundo”, “es capitán del equipo de fútbol”, “boxea súper bien”. “Siembra cantidad de cosas en el barrio”. “Es buen amigo”.
Leoni no está en el aula para sonrojarse ante tantas palabras lindas, una fiebre lo sacó de clases antes de poder conocerlo. Sin embargo, las opiniones de sus compañeros y compañeras dan fe de un muchacho tranquilo, cálido y aplicado; justo como lo describen docentes y educandos. Ha sido la escuela donde ha hecho amigos, donde participa en festivales, organiza las actividades en la comunidad y siente que crece un poco cada día.

UNICEF Cuba apoya la educación inclusiva en Cuba, desde la generación de capacidades en docentes. En coordinación con el Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP) acompaña la capacitación y sensibilización de más de mil docentes, personal de apoyo a la docencia y actores locales en comunidades con situaciones socialmente complejas. Como parte de las acciones, se dispone de más de diez materiales con pictogramas y lenguaje claro para la enseñanza de niños y niñas con discapacidad intelectual y/o autismo.
El comportamiento de Leoni como el de Jeiler, son fruto de una mezcla perfecta que se construye en la José María Pérez Capote, de La Lisa: familia- escuela- comunidad. Los procesos docentes, recreativos y extraescolares nacen del apoyo, la creatividad y el empeño de cada una de estas áreas. De esa manera, los niños y las niñas en modalidad de inclusión advierten el contexto escolar como un todo del que forman parte y en el que siempre pueden soñar y crecer. Pero sobre todo, sentirse seguros.