Vuelve la vida a algunas partes de Borno, asolada por el conflicto

Con la apertura de algunas zonas del noreste de Nigeria que habían permanecido bloqueadas, ahora podemos atender a 750.000 personas

Por Toby Fricker
UNICEF/UN028424/Esiebo
29 Agosto 2016

GWOZA/KONDUGA, Borno, Nigeria, 29 de agosto de 2016 – Desde la ventana de la cabina, las montañas de Mandara aparecen en el horizonte como anticipando una tragedia. Las nubes cuelgan sobre la cresta de la montaña, que atraviesa la frontera del noreste de Nigeria con Camerún.

Al pie de la cresta está Gwoza, una ciudad que ocupa el centro del conflicto que ha sacudido el estado de Borno. Conforme descendemos, empieza a distinguirse una escena de desolación. Todos los tejados están destruidos y dejan ver edificios vacíos que parecen haber sido arrastrados por un tornado.

Pero en las calles, las vidas emergen de las ruinas y se trabaja incesantemente para salvarlas.

UNICEF Nigeria/2016/Fricker

En Gwoza, Borno, hay vida en medio de la destrucción, pero los niños necesitan ayuda para reanudar sus infancias.

Abordar la crisis de la nutrición

En la clínica local de la salud, el interés de las madres reside en salvar la vida de sus bebés y niños pequeños malnutridos. Ali, de 15 meses, es uno de ellos. Su madre, Zainab, lo ha estado llevando a la clínica para el tratamiento durante las últimas tres semanas.

“Estoy intentando hacer todo lo que puedo para que esté fuerte, y parece que estamos avanzando”, explica. Los trabajadores de la salud pesan a Ali y le administran alimentos terapéuticos listos para el consumo.

“Hemos atendido a 4.000 pacientes en solo ocho semanas”, afirma Adong, un voluntario de la comunidad que ayuda a identificar y localizar a los niños de la ciudad que necesitan atención médica. Casi un cuarto de millón de niños padecen desnutrición aguda grave en todo el estado de Borno y, si no reciben tratamiento, al menos 49.000 de ellos morirán.

Si lo detectan a tiempo, solo ocho semanas de administración de alimentos terapéuticos dan como resultado altas tasas de recuperación. UNICEF proporciona el tratamiento nutritivo y otros suministros médicos esenciales a las clínicas del estado. La formación de los trabajadores de la salud para tratar los casos agudos de lugares remotos es otra parte crucial de las respuestas de emergencia.

“Ayudar a los servicios sociales de este tipo no solo es una cuestión de vida o muerte, sino que es vital para el futuro de la comunidad y la región”, asegura Jean Gough, Representante de UNICEF Nigeria. “Sin unas instalaciones básicas de salud ni acceso a agua segura, las familias se verán obligadas a marcharse otra vez”, añade.

UNICEF/UN028427/Esiebo

Unos niños esperan a que los atiendan en el campamento para desplazados de Banki, estado de Borno, al noreste de Nigeria.

Salvar vidas y curar mentes

Entre las ruinas del edificio de una escuela local primaria, unos niños adolescentes están conversando. La mayoría de ellos vivían en aldeas de los alrededores de Gwoza, pero huyeron a la ciudad por seguridad después de que las fuerzas armadas nigerianas retomaran el control en marzo de 2015.

“En mi aldea todo estaba destruido; la situación aquí no es buena”, dice Genesis, de 14 años. “Pues, quedo con mis amigos”, responde cuando le preguntan qué hace en un día normal. Uno de ellos es Sodorong, un niño de 13 años que lleva puesto un sombrero de paja. “Me lo regaló mi amigo: él mismo lo hizo para mí”, dice, orgulloso.

Sodorong vive con su abuela y tres hermanos. “Mi padre desapareció cuando vinieron [Boko Haram] durante los disturbios”, explica. Fue entonces también cuando su madre se fue del estado de Borno con otro hombre.

Para niños como Genesis y Sodorong, tener a alguien que les ayude a recuperarse, curarse y reanudar sus infancias es una prioridad, pero, antes de nuestro viaje, en Gwoza habían recibido poca ayuda.

“Lo primero es asegurarse de que cuentan con la asistencia fundamental para salvar sus vidas; después, debemos facilitar a los niños espacios seguros de aprendizaje y asistencia psicosocial para que puedan superar las atrocidades a las que han estado expuestos”, explica Gough.

En un campamento para desplazados de Konduga, a unos 35 kilómetros al sudeste de la ciudad de Maiduguri, ya están notando el impacto de una labor de este tipo. Los niños participan en actividades recreacionales organizadas y hay dos tiendas abarrotadas de niños de entre ocho y 12 años que canturrean en voz muy alta el alfabeto. Se siente una energía que solo pueden crear los niños.

“Estamos contribuyendo a que los niños tengan un lugar normal aquí”, dice Simon, un voluntario que vive en la ciudad y que ayuda a registrar a los niños en las actividades. “Sufrieron mucho en las aldeas de las que vienen”.