En el noreste de Nigeria, 400.000 niños en peligro de sufrir malnutrición aguda grave

Si no reciben tratamiento, es muy posible que muera uno de cada cinco de ellos

Por Katerina Vittozzi
UNICEF/UN041140/Vittozzi
13 Diciembre 2016

MAIDUGURI, Nigeria, 13 de diciembre de 2016 – Fanna Mohammed está preocupada por su hijo. Umara tiene siete meses y está delgado y muy apagado. Tiene la cabeza apoyada en el hombro de su madre, que lo lleva en brazos. Es imposible sacarle una sonrisa.

La familia abandonó su aldea de una zona rural de Borno a principios de este año a causa de la crisis asociada a Boko Haram. Ahora viven en un campamento para desplazados internos de Maiduguri, la capital del país. El campamento acoge a alrededor de 20.000 personas, 8.000 de las cuales son niños menores de cinco años.

Fanna cuenta que Umara lleva unas semanas enfermo. Muestra síntomas físicos de malnutrición aguda grave: le sobresalen los huesos del pecho y la espalda, y la piel que rodea sus brazos y sus piernas está muy flácida.

UNICEF/UN041140/Vittozzi

La Oficial de Nutrición de UNICEF Aishat Abdullahi (a la izquierda) evalúa la malnutrición de Umara en una clínica establecida con la ayuda de UNICEF ante la mirada atenta de la madre (a la derecha). Hasta la fecha, se ha admitido a más de 117.000 niños del noreste de Nigeria con malnutrición aguda grave en los programas de alimentación terapéutica dirigidos por UNICEF y sus aliados.

Fanna ha traído hoy a Umara a la clínica médica que hay instalada dentro del campamento gracias a la ayuda de UNICEF. Al menos una decena de otras mujeres están también aquí con sus bebés. Están sentadas pacientemente en un banco dentro de la tienda, intentando entretener a sus hijos mientras esperan para ser atendidas.

Cuando llega el turno de Umara, la Oficial de Nutrición de UNICEF Aishat Mohammed Abdullahi mide su perímetro braquial. Tiene 9 cm: la medida normal de un bebé sano debería ser 12,5 cm. A continuación, ponen a Umara sobre la báscula. Solo pesa 4,2 kg.

“Este niño está gravemente malnutrido y deshidratado”, explica Abdullahi. “Además, está muy apagado: no se ríe, no juega. Es evidente que no está bien”.
  

Un tratamiento para salvar su vida

De inmediato, Umara recibe un tratamiento para salvar su vida. Abdullahi muestra a Fanna cómo alimentar a su hijo con un paquete de alimentos terapéuticos listos para el consumo: una pasta de cacahuete con alto contenido de calorías y llena de vitaminas y minerales añadidos. Tres paquetes al día durante ocho semanas pueden salvar la vida de un niño con malnutrición aguda grave. En los brazos de su madre, Umara come de modo lento pero constante. Antes de dejarle irse a casa, el equipo de salud le receta un tratamiento adicional de vitamina A, antibiótico y un medicamento contra la malaria.

Umara es uno de los más de 117.000 niños del noreste de Nigeria que se benefician del programa de alimentación terapéutica de UNICEF. No obstante, aún quedan miles de niños más por atender.

Según estimaciones de UNICEF, 400.000 niños del noreste de Nigeria sufrirán malnutrición aguda grave este año. Si no reciben tratamiento, es muy posible que muera al menos uno de cada cinco de ellos, lo que equivale a más de 75.000.

UNICEF/UN041139/Vittozzi

Cuando su madre lo llevó a la clínica médica por primera vez, el brazo de Umara medía 9 cm. La medida normal de un bebé sano serían 12,5. Tras una semana de tratamiento, Umara ha ganado algo de peso y su brazo mide ahora 9,7 cm.

La mejoría de Umara

Una semana más tarde, Umara vuelve a la clínica para su segunda evaluación. Su progreso es leve, pero continuado. Según la báscula, ha engordado un poco: ahora pesa 4,3 kg y su brazo mide 9,7 cm.

Sin embargo, es en la tercera visita cuando la mejoría se hace más visible. Ha engordado aún más (pesa 5,1 kg) y su perímetro braquial mide 10 cm. Todavía se considera que está gravemente malnutrido, pero la mejoría física y de su bienestar general dan esperanzas al personal de la clínica, que considera que se recuperará por completo si continúa con el programa de alimentación.
 
“Cuando Umara visitó la clínica por tercera vez, tenía buen aspecto”, asegura Abdullahi sonriente. “Jugaba, se reía y no tenía ningún problema”.

Fanna, la madre de Umara, está visiblemente aliviada. Por primera vez desde que nos conocimos hace tres semanas, sonríe al abrazar a Umara, despierto y atento.

“’¡Ahora puede jugar, comer y beber!”, exclama. “Ya no está enfermo. ¡Está muy feliz!”

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