Los niños sirios cultivan su felicidad en un refugio comunal

Niños han elegido un enclave seguro para jardinería

Por Basma Ourfali
UNICEF Syrian Arab Republic/2016/Ourfali
02 Febrero 2016

ALEPO, República Árabe Siria, 2 de febrero de 2016 – “Me sentí muy orgulloso de mí mismo cuando comenzaron a germinar los primeros brotes. Fue el día más bonito de mi vida”, asegura Ahmed.

Este niño de 10 años vive con su familia en una residencia universitaria convertida en refugio comunal para las personas que han huido del conflicto. Familias enteras, de entre cuatro y diez personas, viven en habitaciones diseñadas para dos estudiantes.

Ahmed y los otros niños han elegido un enclave seguro de este espacio para desarrollar su nueva afición: la horticultura.
  

Vidas plagadas de peligros

En todo el país, los niños viven en un entorno marcado por la privación, la violencia y la explotación. Algo tan simple como ir a la escuela puede entrañar peligros o resultar imposible de hacer. Una de cada cuatro escuelas han sido destruidas, dañadas u ocupadas.

Mientras el conflicto conduce a muchas familias a la pobreza, los niños se ven cada vez más forzados a dejar la escuela y aceptar trabajos que, a menudo, deben realizar en malas condiciones y a cambio de salarios bajos. El desplazamiento también está forzando a los niños a abandonar los estudios, interrumpiendo su educación. En total, hay más de dos millones de niños que no van a la escuela. Se estima que 2,8 millones de niños han sido desplazados dentro de el país, muchos de ellos en distintas ocasiones.

Las dificultades del día a día obligan a los niños a desempeñar tareas diarias como ir a buscar agua, porque las infraestructuras del agua también han sido dañadas. Tareas tan simples como esa pueden tener consecuencias peligrosas; muchos niños han muerto alcanzados por explosivos mientras recogían agua para sus familias.
  

Un espacio donde estar a salvo

Ahmed y sus amigos asisten al espacio amigo de la infancia establecido con la ayuda de UNICEF, que se encuentra dentro del campamento universitario. Se trata de un entorno seguro donde los niños pueden reunirse, aprender y jugar, ajenos al conflicto que los rodea. En las zonas en las que el conflicto permanece activo, los equipos móviles de UNICEF visitan a las comunidades para proporcionarles servicios diarios.

UNICEF Syrian Arab Republic/2016/Ourfali

Al principio, los niños comenzaron su experimento para esconder los montones de basura que se veían detrás. Ahora cuidan con mimo su jardín, que les sirve para desconectar de las dificultades diarias.

Dentro del espacio amigo de la infancia al que acude Ahmed, desde la zona de juegos se veían montones de basura. Por eso, él y los otros niños decidieron tomar medidas. “Queríamos cambiar las vistas que había desde el centro”, explica. Se les ocurrió la idea de plantar árboles.

Todos estaban ilusionados. Voluntarios comunitarios como Mohammed propusieron reciclar latas viejas para convertirlas en macetas, y sugirieron a los niños que trajeran latas de judías vacías. Las latas de judías son unos de los alimentos que más se distribuyen a los desplazados de Alepo.

No tardaron nada en reunir más de 300 latas. Cada niño decoró una maceta. Los voluntarios les proporcionaron semillas de lentejas y judías de rápido crecimiento.

Durante los días y las semanas posteriores, al tiempo que germinaban los primeros brotes y zarcillos, crecía también el entusiasmo de los niños. “Era conmovedor observar cómo su paciencia, su optimismo y su autoestima crecían conforme los cultivos iban dando buenos resultados”, cuenta Mohammed.
  

Sentir esperanza y esperar la paz

Cuando las primeras plantas comenzaron a florecer, los niños estaban fascinados. “Lo primero que hace Ahmed cada día es comprobar cómo están sus plantas”, cuenta su madre.

“La jardinería ha ayudado a los niños a desarrollar un sentimiento de responsabilidad sobre sus plantas y, lo que es más importante, un sentimiento de esperanza”, añade Bayan, un voluntario.

Las dificultades siguen presentes, pero cada mañana los niños encuentran su propio modo de mantenerse firmes ante ellas. “Quiero levantarme un día y encontrar que mi planta se ha convertido en un árbol grande, tan grande como mi esperanza de que haya paz”, sostiene Ahmed.

En 2015, al menos 440.000 niños asistieron a los 186 espacios amigos de la infancia y los servicios móviles establecidos con la ayuda de UNICEF por todo el país.