El camino para lograr la inclusión
En su silla de ruedas y con su tableta digital, con la ayuda de su mamá y su profesora, Arturo Rivarola (11) sigue aprendiendo todos los días.
Encaramado en su silla de ruedas, Arturo Rivarola (11) entra en la habitación, un brazo apuntando hacia el cielo, una sonrisa grabada en su rostro. Su madre, Nilda Giménez, sonríe y sacude la cabeza, portando una expresión divertida de adoración amorosa, aunque ligeramente cansada. Arturo hace gestos hacia su tableta y Nilda se la entrega.
“¿Cómo estás?", pregunta. Arturo llega a la pantalla y presiona un botón. Una voz mecánica responde de un altavoz en la tableta. “Feliz”, dice, mientras Arturo mira a su madre. Su sonrisa se ensancha, agarra las ruedas de su silla y se va al dormitorio donde su padre, Carlos, ha encendido la televisión.
“Es sábado”, recuerda Nilda. “Está loco por Dragon Ball Z. Observa el maratón de cuatro horas cada semana...”. Al igual que muchos niños de 11 años, Arturo ama a los Power Rangers y los dibujos animados. Tiene una gran imaginación y le gusta fingir que el viejo y roto videograbador de la familia es un aire acondicionado que opera por control remoto. Donde Arturo difiere de otros niños es que vive con parálisis cerebral, un trastorno que afecta la capacidad de una persona para moverse y mantener el equilibrio y la postura. En el caso de Arturo, le impide caminar o hablar. Lo que no le impide hacer es aprender.
Educación especial
Hace ocho años, el gobierno paraguayo aprobó una ley que establece que los niños con discapacidad deben estudiar en escuelas regulares, junto con niños sin discapacidades. Cuando Nilda se enteró de esto, se aseguró de que su tercer y más joven hijo, Arturo, fuera educado e incluido de una manera que su hijo mayor, Ariel, ahora de 23 años, no lo era. Ambos niños se ven afectados por la parálisis cerebral, sin embargo, “cuando Ariel estaba creciendo, los niños con discapacidades no asistían a la escuela. No había escuelas públicas que lo aceptaran, sólo un centro de educación especial que estaba lejos y no podíamos acceder”, recuerda Nilda.
“Pero para Arturo es diferente. Hay una escuela cerca a la que ha estado asistiendo desde preescolar”, comenta. “Cada año puede participar cada vez más en las actividades escolares con sus compañeros de clase. Durante los últimos dos años ha estado participando de clases de educación física con los otros niños. ¡Realmente lo disfruta! También participó en el desfile escolar”.
Tecnología inclusiva
La tableta digital que Arturo utiliza para comunicarse y estudiar es una nueva incorporación a su vida y educación. Recientemente le fue proporcionada por una fundación sin fines de lucro (que proporciona servicios integrados de rehabilitación a niños y adolescentes de 0 a 18 años con discapacidades neurológicas, musculares y esqueléticas), de la que ha sido parte durante los últimos cuatro años. Arturo y Nilda viajan al centro médico de la fundación para sesiones regulares de terapia.
“La tableta le ha ayudado mucho. Solía comunicarse a través de pictogramas, pero ahora con la tableta utiliza comunicación aumentativa y alternativa”, explica Nilda. “Esto le ayuda a interactuar con las personas y a mejorar sus habilidades sociales. La aplicación le proporciona retroalimentación con sonido, lo que le permite comunicarse mejor. Además, es capaz de jugar con sus amigos en la tableta”. Cuando regresa de la escuela, Arturo continúa aprendiendo estudiando gramática y practicando palabras, sonidos y sílabas con su madre en la tableta.
Reducir la discriminación
El mayor valor de la educación inclusiva, según Nilda, es que “incluyendo a los niños con discapacidad en la escuela se puede reducir la discriminación en toda la sociedad. Con el tiempo, las personas serán más abiertas y tolerantes con las diferencias”.
Nilda no es la única persona que se siente así. La actual maestra de Arturo, María Elizabeth Cañete Torres, tiene un punto de vista similar. “El acceso a la educación es un derecho humano, es el derecho de todos”, dice. “Antes, los niños con discapacidades no estaban incluidos, sino que se los dejaba atrás”. Ella ya ha visto un cambio en la forma en que se trata a las personas con discapacidad y cree que la educación inclusiva conducirá a una disminución de la discriminación y ayudará a crear un ambiente más consciente y tolerante.
María Elizabeth encuentra que la educación inclusiva ha sido valiosa no sólo para Arturo, sino también para sus otros estudiantes. “Es beneficioso porque se ayudan mutuamente. Por ejemplo, hay estudiantes que no saben cómo usar una tableta digital. Arturo les enseña eso y son capaces de ayudarlo con otras cosas”.
Arturo es el primer niño con una discapacidad que María Elizabeth ha enseñado, y el primero en asistir a la escuela. “Al principio fue difícil, porque no nos conocíamos. Pero he aprendido a adaptar metodologías para él que ayudan a toda la clase a entender las lecciones porque comenzamos desde lo básico”.
Motivar a los niños
Cuando se le preguntó qué característica hace a un educador integrador eficaz, María Elizabeth respondió: “La perseverancia es el rasgo más importante. Usted necesita motivar a los niños para que ayuden a sus compañeros de clase o personas con discapacidades incluyéndolos en todos los aspectos de la vida, ya sea en el salón de clases, la comunidad o su familia. La perseverancia es un canal para alcanzar el éxito porque implica optimismo”.
Mientras que el Ministerio de Educación proporciona a los maestros cierto grado de apoyo, y organizaciones como la fundación a la que asiste Arturo ofrecen recursos a medida que son capaces, la educación inclusiva en última instancia se reduce a los maestros individuales. En su propio tiempo, María Elizabeth investiga nuevas formas de adaptar sus prácticas de enseñanza y satisfacer las necesidades de Arturo y otros estudiantes viendo videos de YouTube y leyendo sobre metodologías de aprendizaje alternativas.
Ser un gran educador inclusivo es un reto y no es algo que viene naturalmente a todos los maestros. “Arturo ha tenido buenas y malas experiencias con los maestros. Hay maestros que se esfuerzan por apoyar a Arturo y otros que no pusieron mucho esfuerzo”, recuerda Nilda. Ella está muy contenta con la forma en que María Elizabeth ha sido capaz de involucrar a Arturo, señalando que este año ha aprendido a deletrear su nombre.
Mientras que la discapacidad de Arturo le impide cumplir con algunas de las competencias que sus compañeros de clase han alcanzado, María Elizabeth siente que es importante que continúe adelante en la escuela con los mismos niños. El valor de la educación inclusiva no es simplemente el contenido que se enseña en clase, gran parte de ella proviene de la interacción social con sus compañeros. Nilda está de acuerdo. “En la escuela Arturo está aprendiendo, pero lo que es igual de importante: está conociendo a diferentes personas y ganando experiencia socializando con otros niños”. “No siempre estaré aquí para cuidarlo, así que necesita saber cómo llevarse bien en el mundo. Tener acceso a la escuela es parte de eso. Estoy muy orgullosa de lo que ha logrado y de lo que seguimos logrando con él”.
“El mayor reto”, asegura María Elizabeth, “es guiar a Arturo para que en el futuro pueda hacer realidad sus sueños. Cada niño tiene sus sueños, y todos tienen derecho a no ser discriminados”.
“El mayor reto es guiar a Arturo para que en el futuro pueda hacer realidad sus sueños”