Brindando a los niños y niñas en Haití servicios de salud
En medio de la inestabilidad y la incertidumbre, los trabajadores de la salud no descansan.

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Cuando Casmus Joseph quedó embarazada, decidió abandonar Puerto Príncipe, la capital de Haití, y volver a su pueblo natal, Toirac, situado en el suroeste del país. Joseph estaba abrumada por la inestabilidad y la violencia en Puerto Príncipe y quería estar más cerca de su familia. Su marido, Claudy Delice, se quedó de momento en la capital para encontrar trabajo y mantener a su familia.

Apenas unos meses después, en agosto de 2021, un fuerte terremoto sacudió Haití. Gran parte de la localidad a la que se había trasladado Joseph quedó devastada. Incluso su casa quedó destruida. Se vio obligada a irse a un refugio y allí dio a luz a una niña, Anna, que nació sana y salva. Poco tiempo después, su marido Claudy regresó a Toirac. Había perdido su trabajo en la industria manufacturera y la violencia de las bandas en la capital se estaba recrudeciendo.


Esta región lleva mucho tiempo sufriendo las consecuencias del terremoto y la falta de infraestructuras, lo que plantea retos importantes a la hora de proporcionar servicios de atención sanitaria primaria a niños y niñas como Anna.

Con el apoyo de UNICEF, varios centros brindan atención a los recién nacidos y a los niños y niñas pequeños. Entre ellos se encuentra el dispensario de Sacré-Cœur en la ciudad costera de Les Cayes. El edificio está pintado de un verde y un blanco radiantes, que reflejan la luz tropical. Aquí es donde los trabajadores sanitarios realizan las revisiones periódicas y administran las vacunas de rutina.

A poca distancia, en el centro de Les Cayes, se encuentra el enorme hospital Immaculée Conception. Es el centro de distribución de vacunas de esa parte del país. Su clínica acoge un flujo constante de cuidadores que acuden con sus hijos e hijas. Las enfermeras vacunan a los niños y niñas contra diversas enfermedades prevenibles, como la poliomielitis, el tétanos, la difteria y la tos ferina.

Sobre el techo, hay una hilera de paneles solares que fueron suministrados por UNICEF. Garantizan que los congeladores y las unidades de almacenamiento que se encuentran en el interior se mantengan en funcionamiento, independientemente de si la sobrecargada red eléctrica de la ciudad funcione o no.

Las vacunas almacenadas en el hospital Immaculée Conception se distribuyen a los subcentros cercanos y, desde allí, a las comunidades más remotas. En uno de estos subcentros, en la comunidad de Camp-Perrin, la trabajadora sanitaria Mardochée Miliance carga una nevera repleta de vacunas en la parte trasera de una moto. Su marido colabora como voluntario, llevando las dosis por una carretera sin asfaltar que se adentra en las colinas.
En la aldea de destino, Toirac, se encuentra una iglesia improvisada que se está usando como centro de salud y lugar de vacunación. Las bancas de la iglesia y las sillas metálicas plegables hacen las veces de sala de espera, y una báscula cuelga de una viga de madera bajo un icono religioso.

Entre los cuidadores que han acudido a la iglesia está Claudy, con su hija Anna. La sostiene con fuerza mientras un trabajador sanitario la vacuna, al tiempo que sonríe a través de su tupida barba negra, tranquilizando a Anna si se queja. Tras poner al día la cartilla de vacunación de Anna, la familia regresa a su refugio

Mientras Claudy recorre el recinto del refugio, que se encuentra a pocos metros de la casa que había construido y que quedó destruida por el terremoto, hace la siguiente reflexión: "Tenía 5 habitaciones, suficientes para los 15 miembros de nuestra familia. No sé si podré volver a Puerto Príncipe y no sé qué puedo hacer aquí para encontrar trabajo. No es fácil".
“Cuando nació mi hija, supe que era una bendición. Hago todo lo que puedo para ofrecerle una buena infancia. Puede que no lo tenga todo al cien por cien, pero sí tendrá lo que necesita”, dice Claudy.


Al regresar a Puerto Príncipe, los trabajadores sanitarios se enfrentan a unas circunstancias difíciles. Las consecuencias de las catástrofes naturales, la inestabilidad política, las violentas protestas por las subidas de precios, la escasez de combustible y los continuos enfrentamientos entre bandas armadas no han hecho más que aumentar los desafíos.

La prestación de servicios sanitarios en la ciudad se ha visto afectada, pero, a pesar de la situación, los trabajadores sanitarios se esfuerzan al máximo para que los niños y niñas reciban los cuidados básicos.
En una clara mañana de julio, un equipo de vacunadores dirigido por Médecins du Monde, abastecidos por UNICEF, instaló una clínica móvil de vacunación a la sombra de un árbol, en el pequeño patio de una casa particular.

La casa está en el barrio de Bas Delmas, muy castigado por la violencia de las pandillas. En el patio, los cuidadores y los niños y niñas llevan sus tarjetas de vacunación, mientras los trabajadores sanitarios voluntarios administran vacunas que salvan vidas. Entre ellos está la enfermera Chantale Chery.
"Me siento inquieta cuando salgo de casa", dice, "pero llevo la enfermería en la sangre. Estoy en mi elemento".

A pesar de los esfuerzos de héroes de la salud como Chantale Chery, la mayoría de los niños y niñas de la capital haitiana no tiene acceso a los servicios de salud primaria que necesitan para disfrutar de una vida saludable y prolongada.
Además, la ciudad está experimentando un rebrote del cólera que pone en peligro a 1,2 millones de niños y niñas. Esta enfermedad se transmite por el agua, provoca diarrea aguda y puede ser mortal si no se trata en las primeras horas. Y debido al aumento de la violencia y la inseguridad, muchas familias no tienen otra opción que beber agua no potable.
UNICEF, en coordinación con las autoridades nacionales y sus socios, está intensificando los esfuerzos para contener el brote de cólera. Puede obtener más información sobre esta respuesta y averiguar cómo apoyar estos esfuerzos.