Reimaginando un mundo mejor para los niños migrantes y refugiados
Así es como los niños refugiados y migrantes pueden enriquecer nuestras comunidades y lo que tú puedes hacer para ayudar

Incluso durante la pandemia global de la COVID-19, millones de niños de todo el mundo están en tránsito: algunos han tenido que abandonar sus hogares a causa del conflicto, la pobreza o el cambio climático y otros se marchan con la esperanza de encontrar una vida mejor. Estos niños refugiados y migrantes tienen tanto que ofrecerle al mundo como cualquier otro niño. Sin embargo, el desplazamiento suele exponerlos a la violencia, la explotación y la discriminación, lo cual obstaculiza su capacidad para volver a asentarse y alcanzar su verdadero potencial.
Pero no tiene que ser así.
En UNICEF creemos que cuando trabajamos juntos, todo sale mejor. Por eso, estamos ayudando a convertir las comunidades en lugares más inclusivos para los niños y los jóvenes desarraigados. Es fundamental garantizar que los niños migrantes y refugiados se integren con los niños de las comunidades de destino, no solo por el bien de los propios niños, sino también por el conjunto de la sociedad. Además, con las políticas adecuadas, la migración puede brindar enormes beneficios a los niños, a las familias y a las comunidades, tanto a las migrantes como a las locales.
En UNICEF nos esforzamos para ayudar a cada niño; para ello, hacemos campañas en defensa de los derechos y la educación de los niños desplazados y los empoderamos con nuevas destrezas y oportunidades, al tiempo que los ayudamos a volver a adaptarse a sus comunidades.
De Siria a Sídney: La verdadera historia de Aboud Kaplo
La guerra y los desplazamientos no pudieron acabar con la pasión del refugiado sirio Aboud por el violín. Con respaldo y ayuda, Aboud pudo reimaginar y dar rienda suelta a su verdadero potencial y utilizar su talento para ayudar a otros y recompensar a la comunidad que lo acogió.
Aboud, que nació en Alepo, demostró ser una promesa de la música desde muy pequeño. La primera vez que su familia abandonó su hogar en dirección al norte para escapar de la violencia, el violín fue una de las pocas pertenencias que Aboud se llevó con él.
Cuando la familia huyó al vecino Líbano, Aboud no podía ir a la escuela, así que veía tutoriales en YouTube para aprender a tocar el violín. Sin embargo, fue su encuentro fortuito con la cineasta británica Susie Attwood lo que le permitió ver un futuro como “violinista”.
Susie, también violinista, estaba rodando en el monasterio que servía de refugio a la familia de Aboud. Impresionada por el talento del niño, se puso en contacto con su alma mater, la Universidad de Oxford, para pedir ayuda. La historia de Aboud produjo tanta emoción en la universidad que le enviaron su primer violín auténtico. Fue un detalle increíble, pero el verdadero regalo fue que Susie creyera en él.
Le pido a la gente que comprendan mejor la situación por la que los niños están pasando. Y a los niños les digo que no pierdan la esperanza.
La familia de Aboud solicitó un visado para trasladarse a Australia, y después de dos años de espera en el Líbano, finalmente se lo concedieron. A pesar de la emoción de comenzar un nuevo capítulo en un nuevo hogar, a Aboud se le hizo difícil adaptarse a una nueva escuela y aprender un idioma diferente en otro país. Sin embargo, el amor de Aboud por la música le ayudó una vez más a ganarse a quienes lo rodeaban. Su profesora de violín, Leigh Middenway, por ejemplo, percibió las ganas de aprender de Aboud y se ofreció voluntaria para ayudarlo a afinar sus habilidades.
Gracias a su talento y a la ayuda que recibió, a Aboud se le abrieron las puertas a un mundo de oportunidades y hoy está prosperando en su nueva comunidad. Como miembro de la prestigiosa Sydney Youth Orchestra (la orquesta para jóvenes de Sídney), Aboud está persiguiendo su sueño de dedicarse profesionalmente a la música. Además, está utilizando su talento para ayudar a otros tocando en los conciertos benéficos de UNICEF. Al compartir su historia, Aboud también está contribuyendo a cambiar la percepción que se tiene de los niños desarraigados y de todo lo que son capaces de conseguir.