¡Qué diferencia hace un año!
Pueden pasar muchas cosas en un año. Para un bebé, el primer año es una época increíble de crecimiento y descubrimiento.
En su primer año, el bebé aprende a darse la vuelta, come sus primeros alimentos sólidos, dice sus primeras palabras y puede incluso dar sus primeros pasos. Pero cada año, las vidas de 2,5 millones de recién nacidos se truncan antes de tiempo. No sobreviven su primer mes de vida, ni tienen la oportunidad de crecer ni prosperar. No tiene por qué ser así. Todas las madres y los bebés deben recibir la atención de un trabajador de la salud que esté capacitado y equipado para mantenerlos sanos durante el embarazo y el primer mes de vida. Con el acceso a una atención médica de calidad asequible, todas las familias pueden tener la oportunidad de comprobar la diferencia que supone un año.

Mongolia
Sugarmaa, cuyo nombre significa “viernes” en tibetano, nació en un centro de salud cerca del ger de su familia en Mongolia. Su madre, Delgermurun, pudo permanecer cerca de su familia en los días previos a su nacimiento, ya que el centro estaba equipado con una “casa de espera para madres”. Delgermurun dijo: “Estaba tan feliz y contenta cuando nació. En cuanto la vi, supe que se parecía a mí. No conocía su sexo antes de nacer, pero estoy muy feliz de tener tres niñas ahora”.
Un año después, el crecimiento y el desarrollo general de Sugarmaa son buenos. Entiende las cosas con rapidez –aprende mejor observando y copiando lo que hacen los demás– pero a veces se frustra. Juega con sus hermanos y sus juguetes, y disfruta usando las tazas de té para jugar con el agua y el té. Purevji, el padre de Sugarmaa, desempeña un papel activo en su cuidado, ya que jugaba con ella y le lee historias. Hablando de sus tres hijas, dice: “Quiero que sean como yo, una persona muy trabajadora. Estamos haciendo todo lo posible para que nuestros hijos se conviertan en personas educadas, inteligentes y buenas”.

Bangladesh
Ayedatujannah nació 8 semanas antes de tiempo y pesaba sólo 2 kg. Su llegada al mundo no fue fácil. No lloró después de nacer, sufrió convulsiones y se puso azul. Pasó cuatro días en la Unidad de Atención Especial al Recién Nacido (SCANU) de Bangladesh, que recibe apoyo de UNICEF, y gracias a esta atención y a la lactancia materna, sobrevivió. Su madre Jannatul dice: “No estábamos seguros de si iba a vivir o morir. Cuando sobrevivió, fue como si volviera del cielo. Cuando me di cuenta de que lo iba a lograr, fue lo mejor que pude conseguir en la vida”. Ahora le llaman Tahiat para abreviar, pero su nombre completo significa “Saludos de la que regresó del cielo”.
Cuando Tahiat cumplió un año, su familia lo celebró en grande. Sigue recibiendo leche materna y lo hará hasta que cumpla 24 meses. Jannatul señala que su alimentación ahora incluye “huevos de codorniz, huevos de gallina, pollo, pescado, huevos de pescado, patata, dhal y maíz. Le gusta el tomate y las verduras mixtas con sal. Los plátanos son su fruta favorita. Le gusta la leche de vaca ligeramente tibia con azúcar. Pero también le gusta mucho el agua fría. ¡Y le encanta el hielo sólido!”

Perú
Liam, hijo único de Verónica, nació en un centro de salud de un distrito de ciudadanos principalmente indígenas de ascendencia quechua, en Perú. “He trabajado en este distrito desde 1996... desde que UNICEF comenzó a trabajar aquí”, dice René Alcira Berrio Huancahuire, una enfermera licenciada. “[En los últimos años] hemos podido visitar las comunidades y prestar más atención a los controles de nacimiento y el desarrollo de los niños... En el pasado todo resultaba muy difícil, porque la comunidad no nos dejaba entrar en sus casas. Cerraban sus puertas y decían que estaban ocupados. Ahora nos dejan entrar, e incluso van a la clínica”.
Un año después de su nacimiento, Verónica informa que su hijo Liam ha estado sano y no sufre de anemia, que es endémica en la región. “Come de todo”, dice, y más allá del desayuno –una gachas de maíz y patatas– tiene una dieta bastante variada. Las comidas favoritas de Liam son las zanahorias, el queso, el maíz, los guisantes, la sopa de calabaza, el taro y la leche. “También le hago batidos de zanahorias, remolachas, brotes de alfalfa”, dice Verónica. “A veces también mezclo la piel de un plátano y cáscaras de huevo machacadas”. Gracias a la formación en nutrición que le ofreció una partera, Verónica mejoró su alimentación.


Malí
Malado nació en Malí sin complicaciones y con buena salud; era la menor de cuatro hijos. Su madre Masibiry dice: “Me sentí feliz cuando la vi por primera vez. Quiero que esté sana. Sueño con poder ahorrar dinero para ella, para que cuando yo ya no esté aquí, ella siga estando bien. Cuando llegó el bebé, yo tenía tanto dolor que pensé que iba a morir en el coche que me llevaba al hospital. Pero tan pronto como nació, y cerramos los ojos, empezó a llorar. Estaba tan feliz.”
Más de un año después, Malado sigue recibiendo leche materna a los 14 meses. A los 7 meses, Malado tuvo su primera comida, gachas. “Normalmente come gachas, frijoles, papas. Pero le encanta mi leche”, continúa Masibiry. Malado también come huevos, pescado, carne y pollo. Comparte algunos juguetes con sus hermanos y disfruta jugando con su padre, Adama. “Cuando vuelvo de viajar, ella corre a verme”, dice. “Está muy animada, está corriendo todo el tiempo. Siempre tenemos que vigilarla. Es rápida, incluso más rápida que otros niños mayores que ella”.
Todos los años, UNICEF recibe el apoyo de individuos de todo el mundo para ayudar a dar a luz a casi un 20% de los recién nacidos del mundo. Gracias a este apoyo, los bebés están teniendo la oportunidad de sobrevivir, y las familias están celebrando estos hitos del primer año, dando a cada familia la oportunidad de ver la diferencia que supone un año.