Roberto: El joven líder en La Concepción y Fronteras de Maduro
Roberto y veintitrés jóvenes más, los que alguna vez fueron acogidos por la fundación Funpolafe, son ahora voluntarios que ayudan y protegen a los más pequeños de la comunidad.

La Concepción es un asentamiento informal ubicado en el municipio de Soledad, Atlántico. Allí habla Roberto Antonio González Gómez, con la madurez de un líder que lleva mucho tiempo trabajando por su comunidad, pero con apenas diecinueve años cumplidos. Mientras cuenta su historia, niñas y niños juegan y aprenden sobre sus derechos en el espacio protector de la Fundación Pozo de la Felicidad (Funpolafe) y UNICEF.
La Concepción, es un asentamiento informal en el que viven familias dedicadas al oficio del reciclajes hace mas de 20 años, recientemente se ha conformado un sector con familias migrantes llamado “Fronteras de Maduro”. Son familias que requieren un espacio seguro para que sus hijos e hijas puedan crecer, pero que se encuentran ante un entorno complejo, ese mismo en el que crecía Roberto, en donde se trabaja para que puedan gozar de todos sus derechos. Persisten las carencias de servicios públicos, no todas las casas tienen baño privado y los riesgos de violencia o maltrato son altos.
Y aunque parezca una historia sacada de otro territorio, Roberto y veintitrés jóvenes más, los que alguna vez fueron acogidos por la fundación Funpolafe, son ahora voluntarios que ayudan y protegen a los más pequeños de la comunidad. Roberto hace parte de un equipo que les brinda apoyo, diversión y alimentación.
“Me gusta darles seguridad, confianza y amor; es importante que puedan salir de los espacios de violencia y drogadicción que los rodean”
Parece pensar con serenidad cada palabra y luego habla:
“Es que hay niños que vienen a preguntarme si se está violando algún derecho cuando su mamá les pega”.
La estrategia de UNICEF “Retorno a la Alegría” busca la recuperación psico-afectiva de la infancia y la juventud afectadas por situaciones de emergencia, y en este caso se ha convertido en el espacio favorito de los niños y niñas del asentamiento.
Roberto hizo parte del grupo de voluntarios que recibió la capacitación de UNICEF para poder vincularse a la estrategia. “He aprendido a valorar mis derechos y los de la familia”. Él es su líder y lo hace porque disfruta trabajar y jugar con los más de ciento cincuenta niños y niñas del asentamiento; porque quiere que crezcan en armonía, que puedan estudiar y que logren tener estabilidad emocional. “Retorno a la Alegría me permitió conocer y ayudar a la comunidad; enseñarles a los más pequeños sus derechos”, cuenta y luego recuerda con orgullo el comedor comunitario que construyeron con la fundación Funpolafe y que se llama Unidos Sin Fronteras. Es la contundencia de un mensaje que quieren enviar a toda la comunidad.
Pero Roberto, además de acabar de graduarse de una Institución Educativa del municipio, de ser líder empoderado, voluntario conocedor de sus derechos y de soñar con convertirse en un modelo a seguir para los y las más jóvenes de la comunidad, también quiere ser ingeniero cívil. Por lo pronto, su carácter será su mejor aliado; por eso imagina “una comunidad digna, sana y en la que se respeten los derechos de niños y niñas”. Su historia apenas se comienza a escribir.