En Burundi, las madres se encargan de la malnutrición

El aumento de los ingresos hospitalarios por malnutrición en esta zona vulnerable de Burundi hizo necesario buscar un remedio. Así es cómo las “madres de la luz” trabajan para combatir la malnutrición

Por Eliane Luthi
UNICEF Burundi/2016/Luthi
22 Febrero 2016

KIRUNDO, Burundi, 22 de febrero de 2016 – “En esta zona han aumentado los precios”, explica Anastasie Sinzobakwira, meciendo a su hijo en el exterior del hospital de Kirundo. Se llama Joseph, tiene cinco años y padece malnutrición grave. “El año pasado, un kilo de arroz costaba 1.200 [BIF (francos de Burundi)], y ahora cuesta 1.500. Ocurre lo mismo con los boniatos. Antes costaban 1.000, y ahora, 1.800.”

Anastasie es viuda. Vende carbón en el mercado local de Gasura, en la provincia de Kirundo, a unos kilómetros de la frontera con Rwanda. “Normalmente, los niños solo comen una vez al día, por la noche”, explica con suavidad. “Pero si no consigo vender nada, ese día no comen”.

Es la tercera vez que ingresan a Joseph en el hospital con malnutrición aguda grave. Esta vez, tardará unas dos semanas en recuperarse.
  

Una situación terrible que empeora

Joseph no es el único. Otros 16 niños gravemente enfermos reciben tratamiento en la concurrida sala de estabilización terapéutica.

Otras familias como la de Anastasie encuentran cada vez más dificultades para alimentar a sus hijos. La subida de los precios de los alimentos está ligada al inicio de una crisis política en Burundi. No obstante, antes de que comenzara la crisis, cuatro de cada cinco burundeses ya vivían con menos de 1,25 dólares diarios, y el 58% de los niños menores de cinco años estaban malnutridos.

La provincia de Kirundo es especialmente vulnerable: además de registrar una de las tasas más altas de mortalidad del país, una serie de malas cosechas ha llevado a que las comunidades sean más propensas a padecer malnutrición ante la inseguridad alimentaria. Además, las migraciones frecuentes asociadas a la inestabilidad política han contribuido a empeorar la situación.

El jefe del ala de nutrición del hospital de Kirundo, Déogratias Ayobibwira, es testigo de primera mano de las consecuencias de esta situación, que ha llevado al aumento de los ingresos. “La gente ya no viene a los centros de salud por las migraciones; existe un problema real causado por el aumento de la pobreza y la falta de medios económicos”, apunta.

UNICEF Burundi/2016/Luthi

Además de atender con urgencia a niños enfermos, las comunidades deben comenzar por aprender a prevenir las enfermedades. En Kirundo, “madres de la luz” como Mediatrice Mukanyamibwa forman parte de una comunidad que organiza cursos de 12 días para padres.

La tasa de mortalidad de ese ala del hospital es del 16,6%, lo que significa que al menos uno de cada seis niños que llegan al hospital de Kirundo con malnutrición aguda grave no logra salir de allí. “Es demasiado”, sostiene Ayobibwira. “La tasa empezó a crecer con el inicio de la crisis”.

En este contexto precario, es fundamental encontrar un medicamento que garantice un medio firme para salvar vidas. Sin embargo, dada la reducción de los presupuestos del estado en materia de salud y la disminución de la ayuda bilateral a Burundi, la situación se está volviendo cada vez más difícil. En el centro de salud de Marembo, el suministro de alimentos terapéuticos listos para el consumo duró tres meses, durante los cuales el personal médico tuvo que enviar a cientos de madres con niños malnutridos a su hogar para que salieran adelante con lo que podíamos darles. UNICEF está trabajando de cerca con donantes y aliados para dar respuesta a una situación que se está deteriorando rápidamente.
  

El papel de las madres de la luz

Para abordar el problema de la malnutrición no basta con salvar las vidas de niños que ya están gravemente enfermos: también es necesario garantizar que las comunidades comiencen por saber cómo prevenir que sus hijos se enfermen. Por esa razón, UNICEF está trabajando con sus aliados para movilizar a la comunidad aportando recursos para combatir la malnutrición. Los aliados utilizan un modelo llamado “desviación positiva”, que pretende que los miembros de la comunidad fomenten un cambio de actitud que ayude a resolver estos problemas.

Aquí en Kirundo, una “madre de la luz” voluntaria dirige un curso de 12 días para otros padres, normalmente en su casa. Las madres de la luz se encargan de enseñar a preparar comidas saludables con productos locales asequibles como judías, arroz y verduras. Además, reciben formación para poder supervisar casos de malnutrición empleando herramientas tan sencillas como una cinta para medir la circunferencia de la parte superior del brazo o una báscula. De ese modo, las madres pueden realizar un seguimiento del progreso de sus hijos.

UNICEF Burundi/2016/Luthi

Una madre de la luz, Sonia Uwimana, dirige una sesión en el patio de su casa. Las madres de la luz enseñan a cocinar platos nutritivos y a llevar a cabo otras prácticas tan importantes como el lavado de manos, la planificación familiar y el cultivo de verduras.

“Comprometer a la comunidad es fundamental para combatir la malnutrición”, asegura Marie-Claude Desilets, Jefa de Nutrición para UNICEF Burundi. “Si empoderamos a las comunidades aportándoles formación sobre prácticas sencillas y asequibles, aumentaremos su resiliencia y su capacidad para lidiar con la conmoción que puede causar, por ejemplo, el aumento de los precios de los alimentos”.

Los padres que asisten a esas sesiones también aprenden otras prácticas tan importantes como el lavado de manos con jabón y el espaciamiento de los nacimientos.
  

Sonia, una madre de la luz

Sonia Uwimana dirige sesiones en el patio de su modesta casa de adobe en Marembo. Cuenta con un artilugio para el lavado de manos y un escurridor para garantizar la higiene en el hogar. En la parte trasera de la casa tiene un huerto casero con tres verduras distintas. Esta madre de la luz cultiva en su propio jardín los productos que utiliza para cocinar platos equilibrados y nutritivos que contienen vitaminas y minerales esenciales para sus hijos.

Sonia utiliza sus conocimientos para mostrar esas prácticas esenciales a otros padres. “Les doy información sobre el amamantamiento, la preparación de platos equilibrados que mezclen los tres grupos alimentarios, planificación familiar, higiene y hasta sobre cómo elaborar su propio huerto casero. También enseñamos a las madres técnicas para estimular a los recién nacidos y las concienciamos sobre la importancia de jugar con ellos. Los niños necesitan estímulos y desarrollo psicológico”.

Jacqueline Twashimiye es agricultora y asiste al curso de Sonia. Llevó a Theonese, su hijo de dos años, a las sesiones de Sonia.

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Las madres de la luz también saben supervisar la nutrición infantil. Cuando Jacqueline Twashimiye llevó allí por primera vez a Theonese, él tenía muy poco apetito. Ahora, gracias a la ayuda de Sonia, el niño ha ganado peso.

“No tenía mucho apetito”, recuerda. “Tal vez fuera porque yo no le preparaba bien la comida. Antes, solía prepararle cualquier cosa que tuviera. Ahora sé que tengo que añadir verduras a las comidas, además de aceite de girasol y cacahuete en polvo. Cuando tenemos algo de dinero, procuro comprar aguacate o fruta para los niños”.

Sonia pesa a Theonese en la báscula que tiene en el patio. Satisfecha por su aumento de peso, está segura de que el niño seguirá tomando alimentos nutritivos en casa.

Theonese no es el primero. “En una ocasión vino un niño de un año que estaba tan delgado que no tenía fuerzas para moverse”, recuerda Sonia. “Cuando dejó el curso, ya era capaz de gatear de nuevo. Eso me hizo muy feliz”.
  

Un cambio sostenible 

Nos encontramos con otra madre de la luz, Mediatrice Mukanyamibwa, que está cortando un manojo de hojas de amaranto que ha recogido de su huerto. Hace hincapié en los cambios que se han producido a su alrededor. “Ahora existe concienciación sobre la importancia de una alimentación variada y equilibrada”, sostiene. “La mayoría de los padres solía alimentar a sus hijos solo con judías; las verduras no formaban parte de sus dietas. Pero cuando comenzamos a plantar huertos caseros, la gente no tardó en darse cuenta de que era un modo muy sencillo de cultivar verduras”.

Alexandre Niyongabo es Gestor de Proyectos en Concern International, un aliado de UNICEF en la provincia de Kirundo. Él también es consciente del avance de las comunidades. “Ahora necesitamos combinar la desviación positiva con la protección social y la seguridad alimentaria, de modo que pueda convertirse en una intervención verdaderamente duradera”, explica.

En estos tiempos de incertidumbre, son las comunidades las que sufren. Y son las comunidades, también, las que pueden hacer realidad un cambio positivo. Gracias a la resiliencia y el optimismo de madres como Anastasie, así como a la dedicación de otras madres como Sonia y Mediatrice, los niños de Burundi tienen más oportunidades de sobrevivir y desarrollarse adecuadamente.

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De nuevo en el hospital de Kirundo, Anastasie da un paseo con Joseph y su otra hija, Sibomana. Después de 11 días ingresado recibiendo un tratamiento de leche terapéutica proporcionado por UNICEF, el hinchazón de su edema ha bajado. Joseph tiene energía renovada. Si sigue progresando bien, le darán el alta en unos días.

Pero sus sonrisas no garantizan que no vayan a volver a ingresarlo en un futuro.

“Haré todo lo posible para asegurarme de que mis hijos crecen adecuadamente, a pesar de las dificultades”, dice su madre, sonriente. “Intento ser optimista”.