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ASIA Y EL PACÍFICO Reportaje sobre Afganistán

© UNICEF Afghanistan/2009/Sadiq

La casa de Maliha fue destruida por las inundaciones y ahora vive en una nueva casa cerca de Mazar-e-Sharif. La rápida respuesta de UNICEF y sus asociados hizo posible que Maliha reanudara sus estudios.

UNA ALIANZA AYUDA A LAS VICTIMAS DE LAS INUNDACIONES EN EL AFGANISTÁN

MAZAR-E-SHARIF, Afganistán, junio de 2009 - “Las aguas de la inundación se llevaron todas nuestras pertenencias”, explica Karima, una viuda de 35 años de edad con cuatro hijos a su cargo.

“Mi familia había vivido durante 20 años en la misma casa en Yoolmarab”, añade, refiriéndose a una aldea que se encuentra 10 kilómetros al sur de Mazar-e-Sharif, en la región septentrional del Afganistán. “Cuando las aguas invadieron la vivienda, mis hijos y yo huimos de la casa corriendo y pidiendo ayuda a los gritos. Pero no se pudo hacer nada. Perdimos todo lo que teníamos”.

Con la pérdida, Karima volvió a sufrir la incertidumbre de no saber cómo haría para que su familia pudiera subsistir tras el desastre. En 1998, cuando su marido perdió la vida debido al conflicto armado en la región, Karima se había visto obligada a ir casa por casa pidiendo trabajo, ofreciendo sus servicios de lavandera, por ejemplo, para mantener a su familia.

En esta oportunidad, sin embargo, UNICEF y sus aliados comenzaron a prestar ayuda a los damnificados en las 24 horas inmediatamente posteriores a la crecida repentina que destruyó muchas viviendas y gran parte de la infraestructura social. En colaboración con la Autoridad Nacional de Gestión de Desastres del Afganistán, otros organismos de las Naciones Unidas y diversas ONG aliadas, UNICEF se aseguró de que los niños, niñas y mujeres recibieran de inmediato suministros de emergencia, como conjuntos de materiales para las familias, agua potable y galletas de alto contenido energético. En conjunción con la distribución de alimentos básicos por parte del Programa Mundial de Alimentos, UNICEF entregó láminas de plástico a los pobladores vulnerables y a las familias a cargo de una sola persona, como la de Karima.

UNICEF, que comparte la dirección del grupo temático de trabajo para la educación con Save the Children y el Departamento de Educación del Afganistán, también garantizó que en la semana inmediatamente posterior a la crecida de las aguas los hijos de Karima y sus compañeros de escuela pudieran reanudar sus estudios, ya que suministró tiendas de campaña que se emplearon como aulas provisionales, además de materiales de enseñanza  y aprendizaje. De esa manera, los niños y niñas de la región pudieron seguir asistiendo a clases sin interrupciones y mantener una sensación de normalidad a pesar de la situación de caos que les rodeaba.

Bajo la conducción del Gobierno del Afganistán, la colaboración de UNICEF y sus aliados posibilitó que se evitaran más muertes en la aldea de Yoolmarab, así como otros perjuicios físicos y psicosociales. La rápida respuesta conjunta también hizo posible que los pobladores de la región afectada no tuvieran que abandonar sus tierras y pudieran reconstruir sus viviendas y sus existencias en un ámbito conocido.

No todas las regiones del Afganistán afectadas por desastres son tan afortunadas como ésta. Los terremotos y las inundaciones también ocurren con frecuencia en zonas afectadas por conflictos armados, o en las que no se dispone de recursos suficientes para que la población esté preparada y pueda dar respuesta ante las situaciones de crisis, lo que determina que las mismas se encuentren constantemente en situación de emergencia. Esas circunstancias también obligan a los pobladores de esas zonas a alejarse de las mismas, lo que genera un clima de inestabilidad política y aumenta el grado de vulnerabilidad de los niños, niñas y mujeres.

Seis meses después de la inundación de su aldea, Karima y sus hijos vuelven a sonreír. La familia logró reconstruir su hogar y el hijo mayor terminó sus estudios secundarios. Cuando estaban literalmente con el agua al cuello, lograron salir a flote con la ayuda de UNICEF y sus aliados.