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ASIA Y EL PACÍFICO REPORTAJE SOBRE AFGANISTÁN

No podemos permitir que cada 27 minutos siga muriendo una joven madre en Afganistán

© UNICEF/HQ07-1446/Khemka

Un recién nacido envuelto en paños en el Hospital Malalay de Kabul, Afganistán. Es el décimo hijo de una mujer de 30 años, que tuvo su primer hijo a los 15 años y cuatro de cuyos hijos murieron con un año de vida.

Ekleema, de 16 años de edad, está esperando dar a luz a su primer bebé. Sus esfuerzos progresan muy lentamente. Transcurridas 24 horas, parece que su sufrimiento no va a acabar nunca. Parece aterrorizada y exhausta. Contrajo matrimonio a los 14 años y ya ha tenido un aborto.

Ekleema vive en Afganistán, donde el hecho de descubrir que estás embarazada es similar a descubrir que has contraído una enfermedad potencialmente mortal. Tiene una probabilidad entre ocho de morir durante su vida – a pesar de que no presenta ningún problema de salud.

Afortunadamente desconoce estas estadísticas. Como la gran mayoría de las mujeres afganas, no sabe leer ni escribir. Pero no es necesario recibir una educación para saber que la maternidad en Afganistán es un asunto arriesgado. Todas las familias afirman haber perdido a madres, hijas o hermanas.

Ekleema tiene muchas posibilidades de sobrevivir al haber sido admitida en el Hospital Malalai de Kabul, donde dará a luz con la asistencia de un médico o una comadrona con capacitación y podrá recibir atención de emergencia, en caso de ser necesario.

El edificio es antiguo y está escasamente equipado, pero las condiciones han mejorado considerablemente desde la época de los talibanes, cuando, a falta de electricidad, las operaciones a menudo se realizaban con lámpara de aceite. Malalai se ha convertido en uno de los principales hospitales de capacitación de Afganistán y proporciona médicos y comadronas cualificados para el incipiente sistema nacional de atención de la salud.  

Hace seis años, tras décadas de guerra, sequía y disturbios civiles, Afganistán carecía de un sistema médico que pudiera calificarse como eficaz. Una encuesta llevada a cabo por UNICEF y otros socios, apoyados por el Ministerio de Salud Pública poco después de la caída de los talibanes, concluyó que la tasa de mortalidad materna en el país se situaba entre las peores del mundo. De hecho, con la muerte de 1.600 mujeres por cada 100.000 nacidos vivos, Afganistán era el segundo país, sólo superado por Sierra Leona, con la tasa de mortalidad materna más elevada del mundo. 

Son muchas las razones por las que mueren, y siguen muriendo, tantas mujeres durante y después del embarazo; cabe destacar, entre otras, la pobreza, las prácticas culturales tradicionales y el terreno accidentado. Uno de los problemas a los que se enfrentaba el país era la acusada escasez de personal médico femenino. Aunque los talibanes permitieron oficialmente a las mujeres estudiar medicina, en realidad pocas lo hicieron. Además, muchas mujeres cualificadas abandonaron el país. Una comadrona de Malalai describió cómo su colega abandonó Afganistán al día siguiente de haber sido golpeada por los talibanes por no llevar medias bajo el burka. El suyo no es un caso aislado.

Esta escasez de trabajadoras sanitarias es especialmente crucial, dado que en Afganistán resulta inaceptable que una mujer sea tratada por un hombre. Sólo si ésta se encontrara en una situación crítica, la familia consideraría dicha posibilidad.

Para hacer frente a esta escasez, en los últimos años se ha emprendido una campaña masiva para la contratación y capacitación de comadronas. Asimismo se han realizado esfuerzos especiales con el fin de encontrar a mujeres que estén preparadas para vivir en las zonas más remotas del país, donde es difícil conservar al personal. Afganistán cuenta hoy con más de 2.400 comadronas capacitadas, lo que, si bien dista mucho de las 8.000 que se necesitan, supone una gran mejora con respecto a las 446 registradas en 2002. 

Según el Dr. Hemlal Sharma, de UNICEF, el sistema de salud de Afganistán ha hecho grandes progresos. Se ha establecido una estructura política adecuada, más del 80 por ciento del país tiene ahora un paquete básico de salud (frente a un 9 por ciento hace cinco años) y ha descendido la tasa de mortalidad infantil.

Con todo, continúa habiendo muchos problemas. La falta de seguridad en algunas regiones del país sigue impidiendo el progreso. Los continuos disturbios que no sólo dificultan, sino que en ocasiones hacen imposible la creación de instalaciones médicas adecuadas, se suman a la escasez de recursos.
 
Fauzia Kufi es miembro del Parlamento por la provincia nororiental de Badakhshan, una remota zona montañosa donde, a veces, las mujeres han de caminar durante días para llegar a la instalación médica más cercana. Badakhshan registra la peor tasa de mortalidad materna del mundo, con una terrible cifra de 6.500 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos. La provincia precisa carreteras, hospitales y personal capacitado urgentemente, pero la Sra. Kufi sostiene que, ante la necesidad de fondos para luchar contra la insurgencia en el sur del país, a menudo se pasa por alto la relativamente pacífica región en la que reside.

A pesar de los progresos realizados en los últimos cinco años, la Sra. Kufi, una firme defensora de los derechos de las mujeres, cree que las autoridades han tardado en hacer de la salud materna una prioridad. Señala que actualmente el mundo presta atención a Afganistán, y que los donantes están aportando dinero y conocimientos especializados. La Sra. Kufi se pregunta retóricamente: “Si no podemos hacerlo ahora, ¿cuándo podremos hacerlo?”. Teme que, si se desaprovecha, nunca vuelva a presentarse esta oportunidad, y cada 27 minutos seguirá muriendo una madre joven en Afganistán.